MUNDO

La lucha por la supervivencia de los Hermanos Musulmanes

Apartado del poder por un golpe militar, el grupo islamista egipcio se reorganiza en la clandestinidad

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Tres teléfonos sobre la mesa. Uno el que está controlado por la seguridad y los otros dos para ir alternando tarjetas que compra y muchas veces usa una sola vez para enviar un simple mensaje. En Egipto las tarjetas de teléfono se venden de forma libre, sin necesidad de presentar ninguna identificación, y los miembros de los Hermanos Musulmanes tienen un código secreto de mensajería que usan a diario para organizar marchas de protesta.

«Muchos son mensajes trampa, que empezamos a enviar a primera hora a teléfonos controlados, que sabemos que los van a leer. Por SMS y por correo electrónico, a direcciones también controladas, enviamos convocatorias para ese día y con ello conseguimos tenerles alerta. Esto es también una guerra psicológica y hay que cansar al enemigo, si nos lo proponemos somos capaces de paralizar El Cairo en una hora», cuenta desde el salón de su casa un miembro de la Cofradía que desde el golpe militar contra Mohamed Mursi se encarga de la organización de protestas en la capital, una tarea cada vez más complicada debido a las fuertes medidas de seguridad.

«No es verdad que hayamos perdido peso en las calles, nos tienen mucho miedo y por eso blindan las mezquitas los viernes y cierran las plazas principales en las ciudades. Salir ahora a la calle es una decisión muy seria porque uno sabe que puede no volver nunca a su casa», subraya este joven mientras muestra vídeos de las movilizaciones del 4 de noviembre, día del juicio contra Mursi.

En cuatro meses los Hermanos Musulmanes han pasado de ocupar el poder que obtuvieron en las urnas tras el apoyo de los ciudadanos a su brazo político, el Partido de la Libertad y Justicia (PLJ), a la más pura clandestinidad. Sus medios de información han sido cerrados -sólo se mantiene el periódico del PLJ cuyos periodistas trabajan desde sus casas- y sus sedes atacadas y clausuradas. Tanto la Cofradía, inscrita en el registro de organizaciones no gubernamentales en 2012, un paso que dio la Hermandad en su proceso de apertura hacia la sociedad para intentar acabar con la fama de secretismo que le rodea desde su nacimiento en 1928, como el partido están en vías de ilegalización por lo que el grupo islamista más importante del país vuelve a trabajar en la sombra.

«Estamos acostumbrados porque así ha sido la mayor parte del tiempo a lo largo de nuestros 85 años de historia. Nuestro objetivo es ahora mantener vivas las protestas en las calles, protestas pacíficas que eviten el choque con las fuerzas de seguridad para no tener más víctimas», apunta Ahmed Shahata, catedrático en Economía que dejó su trabajo en el Fondo Monetario Internacional para convertirse en asesor financiero del Gobierno de Mohamed Mursi y que pronostica un «panorama cada vez peor para las autoridades golpistas porque las ayudas del Golfo son sólo parches y la crisis económica es una bomba a punto de estallar. Y los hermanos poco podemos hacer ahora porque tenemos que destinar los recursos a nuestra propia gente, que nos necesita de forma urgente». Shahata teme por su seguridad y planea salir del país.

10.000 detenidos

La llegada de Mursi al poder vino acompañada de una campaña de transparencia de los Hermanos Musulmanes que hicieron públicos los nombres de las figuras más importantes de su organigrama. En los últimos cuatro meses más de mil personas han perdido la vida en los choques con las fuerzas de seguridad y hay «más de diez mil detenidos», según Hasán Saleh, abogado del Frente de Defensa de los Detenidos, grupo formado tras el desalojo de las acampadas de apoyo a Mursi del verano. Entre los detenidos se encuentran los responsables del sistema piramidal que rige la Cofradía, desde el nivel de barrio hasta el Al-Morshed (guía espiritual), Mohamed Badie. La única gran figura que permanece fuera de la cárcel es Mahmud Ezzat, uno de los cuatro miembros de la oficina del guía a quien los medios egipcios señalan como el nuevo guía provisional.

«Hemos tenido que paralizar la obra social. Nuestras organizaciones de caridad han sido atacadas. Esto nos impide seguir con las labores de educación, sanidad o subsidios a las familias y por eso pedimos disculpas a los egipcios», lamenta Ashraf Hamdi, ingeniero de 55 años, miembro de la hermandad desde 1996.