Un grupo de militares rebeldes se toma un descanso en la ciudad vieja de Alepo. :: REUTERS
MUNDO

EE UU endurece la vía diplomática

El presidente Obama traslada a la ONU la propuesta del desarme químico del régimen para abortar el ataque militar

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Siria se ha convertido en un gran tablero de juego donde todos los actores internacionales intentan sacar partido de los faroles ajenos. Francia jugaba ayer el papel de interlocutor estadounidense en la ONU, donde intenta formalizar la propuesta rusa con una trampa: que el desarme químico de Siria sea impuesto por el Consejo de Seguridad de acuerdo con capítulo 7 de la Carta Magna, que autoriza el uso de la fuerza. Algo para lo que ya se anticipaba la oposición de Rusia, que considera la resolución «inaceptable». Francia sostiene que solo de esa manera se puede asegurar de que la renacida vía diplomática no se convierte es una táctica dilatoria para ganar tiempo.

«No vamos a entrar en juegos», advirtió ayer telefónicamente el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, a su homólogo ruso, Serguei Lavrov. «Lo estudiaremos solo si es una propuesta seria».

Pero para juegos, Vladímir Putin ha demostrado ser el mejor jugador de póquer, al traer a la mesa el farol de Kerry, que el lunes dijo en Londres que Siria solo podía evitar el ataque si entregaba todas y cada una de sus armas químicas. «Algo que no va a hacer, ni se puede hacer, obviamente», remató el jefe de la diplomacia norteamericana, en lo que ha sido calificado por fuentes de la CNN en el Gobierno como «una gran metedura de pata».

La Casa Blanca ha intentado sacar partido de esta «diplomacia accidental» asegurando que si Siria y Rusia se plantean siquiera esa posibilidad es por la contundente amenaza que ha lanzado EE UU. Precisamente por ello, argumentó anoche el secretario de Estado, no es momento de bajar la presión. «Mucha gente dice que nada trae más lucidez a la mente que la presencia de la soga», resumió Kerry al pedir a la Cámara de Representantes que haga esa amenaza más real que nunca.

Putin, por el contrario, sostiene que «el plan solo funcionará si Estados Unidos y aquellos que lo apoyan prometen renuncian al uso de la fuerza». Según el mandatario ruso, que como todos intenta llevar a su terreno el nuevo giro de los acontecimientos, «es difícil lograr que ningún país del mundo -sea Siria o cualquier otro- se desarme unilateralmente si la amenaza de acción militar sigue bajo consideración».

Nadie parece confiar en la sinceridad de Putin o de al-Assad a la hora de ejecutar la propuesta de desarme, pero todos coinciden en que hay que explorarla. El Senado se apresuró el lunes a posponer la votación de la resolución y la Cámara Baja le preguntó a Kerry si debería hacer lo mismo. «Mira, si queréis minar nuestra fuerza y jugar a la política, hacedlo», dijo enfurecido el secretario de Estado.

En la Cámara Alta, donde el líder de los republicanos Mitch McConnell ya ha decidido votar en contra, de acuerdo con lo que quiere la mayoría de los estadounidenses. Por su parte, el líder demócrata Harry Reid ha comprendido que no solo no es momento para bajar la presión, sino para aumentarla. Reid advirtió que EE UU sabe dónde están los arsenales químicos sirios, a pesar de que al-Assad los cambie de sitio con frecuencia, por lo que si intenta transferirlos a Hezvolá «o alguna otra organización terrorista, tendrá una rápida respuesta de este gobierno, y será una respuesta robusta», prometió.

Estados Unidos ha resucitado a Reagan para parafrasear su frase de «confía pero verifica». Algo para lo que necesita la ayuda de la ONU. El secretario general Ban Ki-moon, que el lunes abrazó con entusiasmo las declaraciones de Kerry en Londres y las de Lavrov en Moscú, propone que Siria almacene las armas químicas en algún lugar seguro de su territorio y las ponga bajo custodia internacional, para que sean destruidas.

El diplomático surcoreano también quiere utilizar esta nueva iniciativa para impulsar su propia agenda, por lo que insiste en que habría que aprovechar el movimiento del desarme químico con una conferencia de paz que ponga fin al conflicto. Como la de Ginebra, que EE UU pospuso tras el ataque químico del 21 de agosto. La ONU no quiere hablar de plazos para el desarme ni siquiera de qué manera puede contribuir a él, pero a nadie se le escapa que si necesitó cuatro meses para negociar la visita de los inspectores al lugar atacado con armas químicas en marzo, una operación de esta envergadura tardaría como mínimo meses, si no años.

Un plazo muy distinto del que parece estar dispuesto a dar el Gobierno americano, que ayer circuló en el Congreso la idea de 30 días. Kerry, satisfecho por la velocidad con la que Siria está repentinamente dispuesta a colaborar, recordó a los legisladores que hasta el domingo pasado al Assad ni siquiera admitía que tuviese armas químicas, y dio crédito al presidente Obama por haber convencido a su homólogo ruso en San Petersburgo de que iba en serio con su amenaza de ataque militar.

De la necesidad del mismo tenía que convencer anoche al pueblo estadounidense, en un discurso que muchos consideran uno de los más importantes de su presidencia, y que sus asesores reescribían horas antes de comparecer en televisión.