Los parlamentarios aplauden al primer ministro, Mario Monti, al final de su discurso en el Ministerio de Exteriores. :: ALESSANDRO DI MEO / EFE
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Monti dimite y lleva Italia a las elecciones

El primer ministro cumple su promesa tras aprobar los presupuestos y mañana aclarará si se presenta a los comicios

ROMA. Actualizado: Guardar
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Mario Monti dimitió anoche como primer ministro, tal como había previsto una vez que el Parlamento aprobara los Presupuestos, y cerró así trece meses decisivos e inéditos de Gobierno tecnócrata en Italia, tras la caída de Silvio Berlusconi en noviembre de 2011 en medio de una grave emergencia económica. Se va con la cabeza bien alta y el deber cumplido, aunque se le puedan poner peros. La prima de riesgo, desde luego, estaba ayer casi al nivel más bajo de los últimos dos años. «Han sido meses difíciles pero fascinantes», admitió ayer Monti en un discurso ante los embajadores extranjeros antes de entrar en el Consejo de Ministros en el que ventiló los últimos decretos. Luego subió a la colina del Quirinale, sede de la presidencia de la República, y hacia las siete y media de la tarde hizo oficial su renuncia al jefe de Estado, Giorgio Napolitano.

Italia irá a las urnas, casi con toda seguridad, el 24 de febrero y la última gran incógnita es si el propio Mario Monti se presentará a las elecciones, apadrinando una nueva coalición de centro. En una ebullición de conjeturas y rumores toda la prensa daba por hecho el jueves que sí lo haría, pero ayer parecía justo lo contrario. La incertidumbre es total, porque Monti, fiel a su estilo, se ha mostrado mudo e inescrutable hasta que no terminara lo que tenía que hacer. Acabada la legislatura, mañana a las once de la mañana anunciará por fin en rueda de prensa cuál es su decisión.

Ayer pesaban los razonamientos en contra de una entrada en política de Monti, pues en realidad es un camino incierto y abierto a sorpresas desagradables. En cambio ahora se halla en una posición envidiable de prestigio político. Si Monti siente el deber de seguir siendo útil a su país puede esperar tranquilamente el resultado de las urnas sin correr el riesgo de estrellarse ni embarrarse en una aventura política. Si los inciertos comicios componen un Parlamento sin mayorías puede volver a mostrarse disponible para repetir como primer ministro. Si, por el contrario, surge un Gobierno estable es uno de los candidatos más firmes a suceder a Napolitano como presidente de la República, pues deja el cargo en mayo. Monti responde a la perfección al alto perfil del jefe de Estado y a día de hoy no tiene una inclinación política definida. Algo que cambiaría si opta por lanzarse mañana al ruedo electoral.

La profecía maya

La oferta que tiene Monti sobre la mesa, en medio de una notable y curiosa presión internacional para que siga con su labor, es ser el candidato de una alianza de fuerzas democristianas, conservadoras y de centro opuestas a la derecha que representa Berlusconi. Aunque también 'Il Cavaliere' tuvo la ocurrencia de proponerle que él se retiraría si ocupaba su puesto al frente de una alianza de centroderecha con su partido. Nadie se lo tomó en serio y el magnate ayer todavía refunfuñaba porque «Monti ni siquiera me ha llamado». «Veremos qué dirá, porque si no me veré obligado a ser yo de nuevo el líder de los moderados», advirtió. 'Moderados' es como llama a los suyos y la Liga Norte, razón por la que siempre llama a equívoco.

'Il Cavaliere' sigue siendo protagonista de este declive final de su era y se revuelve para evitar terminar con ella. Precisamente para él fue una de las últimas puyas de Monti, pues dijo con ironía que el Ejecutivo «no termina por culpa de una profecía maya». Monti se va un par de meses antes de lo normal porque Berlusconi, tras amagar infinidad de veces con su retirada, anunció a principios de mes su candidatura a los comicios y retiró su apoyo al Gobierno. Fue el inicio de su campaña, pero Monti no quiso convertirse en muñeco de feria y adelantó que se iría nada más aprobar los Presupuestos. Ayer fue ese día.

El Gobierno de Monti ha sido un periodo de higiene política y transición tras la caída de Berlusconi. Ha recuperado la credibilidad internacional del país y deja algunas reformas históricas, sobre todo la de las pensiones, aunque quedan otras muchas pendientes y podía haber sido más audaz. Pero la prioridad era afrontar la emergencia y estaba en el cargo de prestado, marcado de cerca por los grandes partidos que le sostenían en el Parlamento porque no tenían más remedio. Sobre todo Berlusconi. Pero todos han tenido que tragar con este paréntesis técnico que en tan mal lugar ha dejado a la clase política tradicional, incapaz de hacer nada en dos décadas.

Ahora se abre una fase apasionante. Las elecciones de febrero se presentan como las más importantes de los últimos veinte años, pues son un misterio, llegan en pleno colapso de la clase política y deben dibujar un nuevo mapa de fuerzas. Es probable que empiece una Tercera República, tras esta Segunda que arrancó entre 1992 y 1993, con el derrumbe de los grandes partidos por los escándalos de corrupción y la aparición en escena de Berlusconi. Que aún se resiste a abandonarla.