Romney y Obama protagonizaron sonados enfrentamientos durante el debate, que en esta ocasión benefició al presidente. :: MIKE SEGAR / REUTERS
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Obama vuelve a enamorar a las bases demócratas

El presidente renace para acorralar a un Mitt Romney que llegó demasiado confiado al segundo debate electoral

HEMPSTEAD. Actualizado: Guardar
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Las encuestas instantáneas habían dejado pocas dudas. Barack Obama ganó el segundo debate presidencial celebrado el martes. Prueba de ello es que ayer no se hablaba de empleo, el tema que más favorece a Mitt Romney dada la crisis económica, sino de un país remoto como Libia. Diana Carlin, exasesora de la Comisión de Debates Presidenciales, cree que a los estadounidenses les encantan los debates porque «normalmente siempre dan alguna sorpresa». El primero, con 67.2 millones de audiencia, fue el evento televisado más seguido del año después de la final de la Superbowl y muy por encima de los Oscar. Y el segundo, con todo lo que se jugaba Barack Obama tras haber implosionado en el primero, puede superar esa marca.

La sorpresa que tanto busca la audiencia se la llevó esta vez Romney cuando creyó haber cogido a Obama en un renuncio. En realidad había caído en su trampa. La esperada pregunta sobre Libia que decidió el debate la introdujo uno de los 82 estadounidenses seleccionados por Gallup para el debate de estilo plaza pública. Como Romney llevaba semanas acusando al Gobierno de no haber reconocido que lo ocurrido en Bengasi fue un atentado terrorista planeado para el aniversario del 11-S, era predecible que saltara al cuello del presidente. Pero por si acaso se había despistado, Obama llamó su atención.

«Gobernador, el día después de los ataques salí a la Rosaleda y le dije al pueblo estadounidense y al mundo que íbamos a descubrir exactamente quién había cometido este acto terrorista», dijo con firmeza, a pesar de que su Ejecutivo ha evitado calificarlo como tal. Durante casi un mes se achacó a las «manifestaciones espontáneas» en contra de un vídeo antiislámico colgado en YouTube que desató protestas violentas en Egipto, Yemen y Turquía aunque, ahora se sabe, no en Libia. «Gobernador -subrayó-, la insinuación de que nadie de mi equipo, sea la secretaria de Estado o nuestra embajadora en Naciones Unidas, juegue a la política o engañe cuando hemos perdido a cuatro de los nuestros es ofensiva».

Romney creyó tenerlo contra las cuerdas, pero antes de asestarle el golpe quiso que la contradicción quedase clara. «Ciertamente quiero responder... Es muy interesante lo que el presidente acaba de decir de que al día siguiente del ataque salió a la Rosaleda de la Casa Blanca y dijo que era un acto terrorista y no un ataque espontáneo a raíz de una manifestación, ¿es eso lo que está diciendo?», insistió.

Todo grabado

Obama le esperaba con calma. «Por favor, proceda», le invitó. «Quiero asegurarme de que esto queda grabado», destacó Romney, «porque le llevó 14 días llamar al ataque de Bengasi un atentado terrorista». «Lea la transcripción», se limitó a decir Obama, cuando ya saltaban chispas en el escenario y la moderadora intervino en su favor. «Sí lo dijo», admitió ésta. «¿Puedes decirlo más alto, Candy?», pidió el presidente entre risas, consciente de que acababa de dar jaque a su rival. Con pesar, la moderadora indicó que Romney tenía razón en la cuestión de fondo, pero ateniéndose estrictamente a las palabras de aquel día, Obama había prometido que «ningún acto de terrorismo sacudirá nunca la determinación de esta gran nación». El astuto golpe del presidente provocó un traspiés para la historia de los debates. No fue el único de Romney, que esa noche también tuvo que explicar en qué se diferencia de George W. Bush o cómo va a cuadrar un plan fiscal matemáticamente imposible.

Cuando intentó defender su historial con las mujeres, a las que ofreció flexibilidad laboral para el cuidado de los hijos mientras fue gobernador de Massahusetts, Romney presumió de haber acudido a organizaciones de mujeres en busca de candidatas con las que nutrir su gabinete con más justicia de género. «Y nos trajeron carpetas enteras llenas de mujeres», se vanaglorió. En cuestión de minutos la frase con la que deshumanizaba a las mujeres explotó en Twitter, donde pronto se registró la cuenta 'binders full of women'. Era el momento Caponata del debate, una vez más, cortesía de Romney.