MUNDO

Los partidos británicos se moderan por la magnitud de la crisis

Cameron reivindica las reformas emprendidas para recordar que el país va por buen camino

LONDRES. Actualizado: Guardar
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David Cameron cerró ayer una sesión de conferencias otoñales de los partidos británicos marcada por las malas noticias económicas y por el intento de los líderes de situarse en un terreno intermedio, inevitable cuando el Gobierno sufre el desgaste de las decisiones impopulares a mitad de su mandato y la oposición no tiene un programa alternativo que pueda presentar. Cameron subió al estrado tras la publicación de un informe del FMI que apunta a la subestimación del efecto que tienen los recortes fiscales y el aumento de impuestos en el crecimiento. El organismo dice que si la atonía sigue habría que replantearse el nivel de austeridad. El lunes ya se había anunciado que la reducción del déficit tendrá que alargarse al menos dos años más.

El calendario de la coalición que llegó al Gobierno hace dos años y medio contemplaba la desaparición del déficit en su cuarto año de mandato y un crecimiento más vigoroso del sector privado. Los conservadores podrían entonces proclamar que habían limpiado las ruinas heredadas y los Liberales-Demócratas podrían abandonar la coalición para recobrar su identidad tras sacrificarse por la nación. No ocurrirá así. Y Nick Clegg y Cameron han reivindicado las reformas emprendidas, cada uno señalando las más próximas a su ideario, para recordar que el país va por el buen camino. El líder conservador tuvo que conformarse ayer con la formulación de ideas genéricas: su objetivo es «construir una nación de aspiración», su partido es el «conservadurismo compasivo moderno».

Una nación

Era posiblemente inevitable que el primer ministro adoptase ese tono cuando el líder laborista, Ed Miliband, asoció su partido con el término 'una nación' que acuñó el tory Benjamin Disraeli en el final del siglo XIX. Miliband quiere ocupar un imaginario centro cuando Cameron es acosado esporádicamente por diputados y militantes que quieren un conservadurismo más nítido, euroescéptico, arriesgado.

Las conferencias políticas en el período intermedio del calendario electoral suelen ser anodinas si no se han producido disidencias graves en el seno de los partidos. Este otoño ha confirmado la regla y solo la obsesión mediática con el alcalde de Londres, Boris Johnson, que se postula como alternativa a Cameron, ha restado sobriedad a estas asambleas anuales. Los laboristas piden menos austeridad guiados por su responsable económico, Ed Balls, que estuvo en el corazón del gabinete privado de Gordon Brown sobre el que cayó la gran crisis. Los liberaldemócratas se sienten atrapados y con un líder, Nick Clegg, muy impopular. Los conservadores de Cameron aplaudieron por eso el reclamo de su líder: «Trabajo duro, prioridad a la familia, contribuir a la comunidad».