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El nombre y la cosa

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El nombre hace la cosa y los políticos lo saben. Por eso se cuidan mucho a la hora de escoger una palabra para designar un concepto y se niegan a llamar pan al pan y vino al vino. Sobre todo cuando al hablar del pan y del vino hay que hablar del IVA que los acompaña.

La primera lección popular de vocabulario económico se dio en tiempos, tan lejanos, de Zapatero: qué era estancamiento, qué recesión, qué crisis. Cuidado con los antipatriotas que tan fácilmente desenfundaban la crisis.

Luego, y ya con Rajoy, han venido otras lecciones. Merece apartado especial la referida a los recortes, que para el otro son solo ajustes, aunque destacable ha sido también cómo llamar a 100.000 millones de euros, si rescate o línea de crédito.

Estos días se riza el rizo a propósito de los 400 fármacos que dejarán de recibir financiación pública. Y eso que, si hablasen claro, hasta se podría comprender este enésimo medicamentazo, con el que se ahorrarán 450 millones de euros. Vale, venga, fuera de la financiación los 400 medicamentos. Y vale, venga, vamos a pagar más por los que siguen dentro, que así el tesoro se ahorra otros 7.400 millones de euros. Todo por ahorrar, incluso aunque esas no sean las cifras, que no lo serán.

Y ésta es la penúltima lección de estulticia. Han sido varios los consejeros de Sanidad, todos ellos del PP, que se han aprendido de memoria el argumentario repartido por el partido y el Ministerio: no es un recorte, han dicho, sino una actualización del vademécum. Algo así, como la puesta al día de los medicamentos financiados. Y ya saben, el resultado es que, oh casualidad, se han caído de la lista los de uso más frecuente. No por ahorro, sino por desfase.

Por eso, cuando dicen que el euro no tiene marcha atrás y que su mantenimiento es irreversible hay que tocar madera. Depende de quién lo diga, pero probablemente es otro intento más de retorcer la realidad con las palabras y el significado real sea el contrario. Otra sandez. Como ocurre casi siempre. Para fiarse.