CÁDIZ

MARZO 2012: UNA DE TRES

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Marzo acabó por llegar. Resulta poco novedoso. Pero es el de 2012, nada menos. El número convertido en oración, reto y zanahoria queda inaugurado de forma irreversible, con todas las dudas intactas. El gran mes del año marcado se planta en el almanaque de forma asombrosamente precipitada, como los exámenes programados con gran antelación que sorprenden por pura imprevisión, incapacidad o impotencia. Los tres pilares sobre los que se construyó, por el entusiasmo de unos pocos, la aspiración colectiva fueron las infraestructuras, el programa cultural-académico y el promocional. A riesgo de ser tachados de traidores a la patria (chica), parece que los dos primeros han fracasado. La retahíla de proyectos que se asociaron, directa o someramente, a la celebración han caído con estruendo. Ni el segundo puente, ni la variante local del AVE, ni auditorios de castillos, ni la infravivienda erradicada, ni nuevo hospital, ni siquiera renovación de la planta hotelera o mínima actualización del sector hostelero y turístico. En marzo, al menos, no. Apenas, la rehabilitación de edificios monumentales con el fundamental Oratorio de San Felipe Neri como única alegría, como enclave fundamental y legado a revitalizar. Parece difícil que se quede en otro hermoso joyero vacío.

Los que apostaron por vincular todo al Doce, presentado como una motivación social imbatible, han sido atropellados. Si no eran prioridades a fecha fija, si no caducan ni nada tenían que ver con este marzo, como resulta obvio, su utilización fue un error, cuando no una mezquindad. Para perder, mejor no jugar, pero nadie les va a pedir cuentas.

En el apartado cultural y académico siempre habrá que esperar al dictamen experto, a fecha vencida. La intelectualidad siempre nos podrá decir aquello de que «esto no era un mundial de fútbol ni una expo» para justificar que los eventos sean minoritarios, especializados, endogámicos o irrelevantes. Es decir, que no tengan, siquiera como añadido, los anunciados o insinuados.

Los gestores anteriores y los actuales, lastrados por un tardío apoyo del Gobierno, mil mudanzas en la gestión y el bandazo como norma, han sabido conservar sólo un pilar en pie: el de la difusión. Entre campañas en medios de alcance nacional, cumbres y el testimonio individual de un millón de congresistas parece garantizado que se hablará de Cádiz. Aunque sea bien.