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Las dos Españas

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Los años ochenta tuvieron todavía una potente carga ideológica en Europa, en el Occidente desarrollado. El socialista Mitterrand ganaba las elecciones francesas en 1981. Y el fracaso de su primer gobierno de coalición con el PC encabezado por Pierre Mauroy abrió camino al estallido del neoliberalismo que, de la mano de Thatcher y Reagan, sentó cátedra y consolidó axiomas hasta prácticamente hoy día, hasta la crisis que padecemos. Fue suscitada por los excesos de los mercados dejados en excesiva libertad, y que, en buena lógica, debería dar paso a nuevas ideas socialdemócratas. De cualquier modo, el binomio derecha-izquierda en las grandes democracias europeas tiene sobre todo carácter económico, ya que se contraponen modelos más o menos intervencionistas, dentro de límites no muy amplios. Los cambios de gobierno en Europa no provocan, en fin, mudanzas de valores, de principios. En España, sin embargo, hay atraso y mayor confusión. En lo económico, la diferenciación entre derecha e izquierda ha sido escasa hasta ahora. Y en lo ideológico, la modernización de España, todavía incompleta, ha sido intermitente y no siempre rectilínea. Ente otras razones, porque la aconfesionalidad del Estado -un concepto menos potente que el de laicidad- ha sido sólo relativa, como lo prueba el hecho de que no se hayan revisado aún los acuerdos con la Santa Sede, tan anacrónicos e incompatibles con una auténtica separación de los ámbitos religioso y civil.

La Ley delDivorcio, aprobada en 1981 durante el breve mandato de Calvo Sotelo, suscitó el rechazo del sector democristiano de la UCD, el partido gobernante, y recibió la hostilidad activa de la Iglesia, que no pudo impedir su aprobación. La primera ley del aborto -despenalización en varios supuestos- se promulgó en 1985, y fue sustituida en 2010 por una ley de plazos, siempre frente campañas de sectores sociales conservadores y religiosos. El matrimonio homosexual se aprobó en 2005, y el Constitucional todavía no se ha pronunciado sobre el recurso interpuesto por el PP.

Curiosamente, la última alternancia política tras el 20N no está provocando cambios conceptuales de índole económica, aunque varíen los desarrollos concretos de las actuaciones, y tampoco se anuncian cambios relevantes en las áreas importantes de la acción gubernamental, como la educación, pero en cambio se atisba una gran mudanza de carácter ideológico que, de momento, alcanza a cuestiones sensibles como el aborto -posible retorno a la ley de 1985-, a la asignatura 'Educación para la Ciudadanía' que había dejado de ser polémica, a la llamada píldora del día después, a los remedos de cadena perpetua, a la elección del Consejo General del Poder Judicial, asuntos menores pero con una poderosa carga integrista. España no será un país moderno hasta que no logre consensos en esta clase de asuntos, vinculados a la libertad civil y la laicidad. Hasta que los partidos y sus programas no abandonen las alineaciones antagónicas, como si hubieran de defender modelos irreconciliables. O como si la madurez de la sociedad no hubiera enterrado ya el tópico de las dos Españas.