Editorial

Grecia sin crédito

El gobierno transitorio de Atenas deberá restablecer la confianza europea

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La sucesión de acontecimientos en la política griega ha sido, durante los últimos días, consecuencia del cambio de posturas que han protagonizado sus principales actores, el primer ministro Yorgos Papandreu y el primer partido de la oposición Nueva Democracia. Papandreu fue pasando de anunciar e incluso fijar fecha para un referéndum sobre el plan de rescate europeo a renunciar al mismo con tal de evitar unas elecciones anticipadas apostando por un gobierno de cohesión nacional para acabar renunciando ayer a liderarlo. Mientras el máximo dirigente de ND, Antonis Samaras, exigía la pronta celebración de esas elecciones hasta que le bastó con lograr la retirada de Papandreu para avenirse a la formación de un ejecutivo transitorio. Queda ahora la fundada sospecha de que se trataba de movimientos tácticos que han podido ser sustituidos por decisiones no menos tácticas para dar lugar a una solución de compromiso, cuya consistencia se pondrá a prueba incluso antes de que se constituya el gabinete unitario, y cuya finalidad última sería ganar tiempo para disponerse a una nueva liza electoral entre el Pasok y Nueva Democracia. El presidente Karolos Papoulias emplazó ayer a ambos partidos a asumir la responsabilidad de solventar la situación de vacío que se ha producido al frente del país. Pero ni sus palabras pueden obviar que él mismo ha formado parte de tal estado de cosas, ni la reunión que ayer celebró con Papandreu y Samaras se produjo en realidad a iniciativa suya. Lo cual da cuenta de que la reconducción de los acontecimientos en Grecia evidencia la falta de una autoridad legitimada que pudiera apelar a los intereses comunes y se produce sobre serias divisiones en el seno del partido que obtuvo el favor ciudadano en los comicios legislativos que hace dos años desplazaron a ND a la oposición. La solución pergeñada ayer a tres bandas entre Papandreu, Samaras y Papoulias se enfrenta al desafío inmediato de restablecer la credibilidad perdida por las instituciones griegas respecto a sus propios ciudadanos, en relación a los demás socios de la UE y ante los mercados.