MILENIO

MÁS DE QUINCE AÑOS

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El líder del centro derecha andaluz, el licenciado Javier Arenas, va acoplándose a esta realidad insoslayable: engorda cuando el pueblo le vota y le aproxima al poder ejecutivo y pierde kilos visiblemente con notoriedad cuando el electorado lo recuerda. Últimamente, lo vemos más repuestito. Y es que su partido toca los cielos con las yemas de los dedos de sus militantes y ejecutivos. Es majo y transparente. Le sube la felicidad en tiempos electorales de bonanza y le crispa su estado nervioso cuando su sufrido partido se embarranca. Tiene un mérito, lleva más de quince años luchando por ser presidente de Andalucía.

Parece que Rajoy le adora, como el periodista Juanito Ojeda, de Córdoba, su 'sombra alargada' en más de una campaña electoral. Pero Ojeda parece que está desaparecido pues nada sabemos de él. Pero en política las presunciones sentimentales suelen ser procelosas e inciertas. También fue devoto de Hernández Mancha, que llegó a ocupar la secretaría nacional del PP, y así pues podríamos recordar muchos nombres ilustres de nuestra renqueante clase política. En política siempre hay un Javier Arenas. Lo tuvimos en la cruda realidad de los tiempos de UCD, con Martín Villa ejerciendo de Hércules Poirot al lado de Adolfo Suárez. Sin embargo, la izquierda es más permeable a estos emparejamientos entre los número uno y dos de un partido. En el lejano pasado del andalucismo que recuperó Alejandro Rojas Marcos, llegando a la secretaría general, el problema fue que en vez de tener a un hombre de absoluta confianza llegó a estar rodeado de una cuadrilla taurina: el mozo 'espá', el vicesecretario general, el portavoz del grupo parlamentario, el jefe de prensa, su hombre de confianza al que todos llamaban 'Cani', etcétera. Incluso el muy complejo y apresurado personaje que respondía al nombre de Pedro Pacheco, alcalde de Jerez casi dos decenios.

Aquellos tiempos son irrepetibles. En el presente, el líder de un partido no se fía ni de su hermano. En el Partido Socialista sucedió más de un vez y no digamos de la fragilidad izquierdista de IU. Nos lo decían nuestros padres: «Niño, no te metas en política».