El Sarmiento de Gamboa ejerció como buque escuela y alojó a los universitarios españoles. :: LA VOZ
Sociedad

Malaspina afronta su recta final, que culminará el próximo 14 de julio

Una vez que el buque Hespérides llegue a Cartagena, las muestras de zooplancton serán custodiadas por la UCA

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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En estos momentos el buque Hespérides surca el Atlántico rumbo a España. A bordo, cientos de científicos toman muestras de plancton que serán después analizadas con la esperanza de arrojar más luz sobre la vida que atesora el océano profundo. El pasado 19 de junio, el buque de la Expedición Malaspina 2010 partía desde Cartagena de Indias rumbo a Cartagena, donde atracará el próximo 14 de julio. Solo quedan nueve días para que culmine la séptima y última etapa de esta vuelta al mundo que se ha convertido en la mayor expedición científica de la historia de España.

Ignacio González Gordillo, que actualmente se encuentra a bordo del buque, y Fidel Echevarría son dos de los investigadores gaditanos que participan en el proyecto y que se encargarán de gestionar la colección de muestras, una vez terminada la expedición. Esta permanecerá así en las instalaciones de la UCA y el equipo gaditano será el responsable de algunos análisis, como el de los plásticos recogidos durante la circunnavegación. De esta forma, «podremos cuantificar la dimensión de esta acumulación de materiales no naturales a lo largo del océano global», asegura Echevarría, quien ha coordinado también todo el programa de formación del proyecto Malaspina.

Otro barco, el Sarmiento de Gamboa, que partió en enero de las Islas Canarias rumbo a República Dominicana, ejerció en su viaje de vuelta como buque escuela, y en él viajaron jóvenes investigadores de un gran número de universidades españolas, entre ellas la gaditana.

El programa formativo incluye «más de 60 tesis de máster y doctorales» dentro del proyecto Malaspina, de las cuales diez se están llevando a cabo desde la UCA.

Durante casi tres semanas del mes de abril, tres profesores gaditanos junto a otros de las universidades de Oviedo, Barcelona y Mallorca convivieron con una quincena de alumnos de las cinco instituciones vinculadas al proyecto. Bajo la organización de la UCA, «cada uno de los estudiantes recogió la información necesaria para elaborar sus tesis de máster», recuerda Echevarría. La mayoría de estos trabajos se defenderán en los próximos meses. Es más, «se está organizando una sesión monográfica sobre estudiantes de tesis de máster de Malaspina en el congreso de Ciencias del Mar que se celebrará en enero en Cádiz». Un evento que volverá a colocar a la provincia en el centro del mapa de la oceanografía española.

Falta de oxígeno

Por otro lado, la sexta etapa de la campaña, que culminó en Cartagena de Indias, se saldó con algunos resultados interesantes. Esta parte de la circunnavegación, que cruzó el Pacífico, estuvo liderada por el científico Rafael Simó, quien anunciaba hace unos días que los expertos se habían sorprendido al constatar una mayor magnitud de hipoxia -zonas de gran profundidad donde no hay casi oxígeno- de la esperada en la región del Pacífico tropical central. A pesar de todo, se encontraron organismos vivos en esta zona, una de las más muertas del planeta, concretamente, microbios y crustáceos.

«Parece ser que el calentamiento global acelerado por la humanidad va a aumentar estas regiones de hipoxia, pero el fenómeno es natural», reconoció en su momento Simó. El científico de la UCA Fidel Echevarría lo explica de forma sencilla: «El aumento de la temperatura del agua hace que disminuya su capacidad de disolver gases, es decir, 'cabe' menos gas en agua más caliente».

No obstante, existen otros dos factores que provocan esta hipoxia creciente. Y es que el oxígeno tiende a desaparecer al ser consumido por los propios organismos, a lo que se añade que «estas aguas están poco ventiladas, porque el sistema de corrientes impide que lleguen a la superficie y entren en contacto con la atmósfera», añade Simó.

La versatilidad de las bacterias

Durante esta penúltima etapa los científicos del Hespérides recogieron 270 litros de agua para filtrarla y extraer el ADN y el ARN de los microorganismos presentes. Allí donde la hipoxia es más severa y no llega la luz, constataron que crecen bacterias y arqueas no fotosintetizadoras de las que apenas se tiene conocimiento, según el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Al parecer, estos microorganismos tendrían varios metabolismos para adaptarse a la falta de oxígeno. Un ejemplo serían los elevados niveles de nitrito hallados, un indicador de que viven determinadas bacterias que, al faltarles el oxígeno, obtienen energía a base de reducir nitrato.

No obstante, como todos los organismos no tienen la misma capacidad de sobrevivir, el aumento de las zonas hipóxicas afecta a la biodiversidad marina, especialmente a los metazoos, que precisan «concentraciones altas de oxígeno para vivir», apunta Echevarría.