Economia

Clima de guerrilla urbana en Atenas

El Parlamento decide con su voto si acepta el plan de recortes del Gobierno para evitar la quiebra

ATENAS. Actualizado: Guardar
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Ayer fue una larga jornada de palos, pedradas y gases lacrimógenos en Atenas. Y seguirá hoy, porque es el segundo día de las 48 horas de huelga general contra el plan de austeridad que el Gobierno pretende aprobar esta tarde. Es imprescindible para recibir dinero de la UE y el FMI y evitar la quiebra del país, pero para los griegos es demasiado: pega recortes de 28.000 millones a sueldos, pensiones y servicios, sube los impuestos por valor de 6.500 millones y pone en marcha la mayor privatización de empresas públicas que se recuerde en Europa, que espera recabar 50.000 millones. Si el plan no pasa, Grecia suspenderá pagos y sería la primera vez en un país occidental en sesenta años. Los efectos en la zona euro son imprevisibles.

A la espera del momento de clímax de hoy, ayer fue una interminable jornada de tensión. Miles de manifestantes comenzaron su asedio al Parlamento y se plantaron en la plaza de Syntagma, donde acampan los 'indignados' desde hace más de un mes. La Policía, con más de 4.000 agentes, decidió empezar pronto a calentar la calle, probablemente con la idea de cansar cuanto antes a los revoltosos y que lleguen más suaves al día de hoy. Horas de gases lacrimógenos hicieron el aire irrespirable en Syntagma de forma casi perenne, con unas 250 personas atendidas en urgencias por asfixia. El asfalto quedó lleno de pedruscos y el panorama era el habitual: escaparates destrozados, coches quemados, paredes arrancadas de cuajo y agresiones a periodistas. Un cámara de la CNN fue golpeado por varios encapuchados.

A las dos de la tarde se dispararon los primeros lacrimógenos. En realidad no estaba pasando nada y el ambiente en la plaza era casi festivo. Hasta el McDonalds de Syntagma estaba abierto, pero en ese momento echó la persiana y se acabó la fiesta. «¡La plaza es nuestra! ¡No nos vamos!», gritaba el gentío. Cuanto más disparaba la Policía, más se envalentonaban y la música sonaba más fuerte. La adrenalina y la excitación se veía en los rostros embadurnados de blanco, con la pasta hecha de agua y antiácido estomacal para aliviar el picor de los gases. Todo el mundo estaba equipado con máscaras antigás y gafas de buceo. Los voluntarios recorrían el lugar con la mano en alto, con botes de spray de regar las plantas rellenos con el mejunje blanco, para ayudar a quien lo necesitara. La consigna era resistir en la plaza, aunque fuera respirando basura durante todo el día. A las seis de la tarde llegó la calma cuando empezó el concierto previsto en Syntagma y volvió el clima festivo, a la espera de posibles nuevas refriegas al anochecer.

Menos gente

Lo cierto es que, comparada con otras ocasiones, la multitud concentrada en torno al Parlamento era claramente menor. A mediodía, cuando confluyeron en Syntagma las manifestaciones de los sindicatos Adedy y GSEE, de los sectores público y privado, y del partido comunista PAME, había unas 15.000 personas, 20.000 como mucho, según otros cálculos. Son pocas, comparadas con las 50.000 de otras huelgas, y luego se fueron reduciendo. En Syntagma había grandes espacios libres para moverse y la inmensa mayoría de los presentes eran jóvenes. No había familias, ni jubilados, ni amas de casa, el pueblo en sí, como en las grandes manifestaciones. Es probable que el miedo dejara a la gente en sus casas.

Al margen del impacto de las imágenes, el lugar y los incidentes tenían algo de teatral o campo de juego, del que se entraba y salía con toda tranquilidad. Bastaba bajar dos calles para hacer una pausa, quitarse la máscara y sentarse en una terraza, a unos metros de las hileras de agentes de reserva que fumaban en las calles laterales. Los griegos conviven con estas escenas de guerra callejera desde hace décadas, y especialmente desde hace un año.

La huelga general, la cuarta en lo que va de año y la 16 desde que empezaron las medidas de austeridad, funcionó como un reloj en los grandes sectores. Es una más. Se pararon los servicios públicos, los transportes, la metalurgia y las refinerías. Sin embargo, la vida en la calle era más o menos normal y en el centro de Atenas todas las tiendas abrieron. Al final de la jornada, el balance era de al menos 22 detenidos y 21 agentes heridos. Hoy es por fin el gran día para el destino de Grecia y también de la UE.