Tribuna

Gaudemus igitur: el triunfo de David

PROFESOR DE LA UCA Actualizado: Guardar
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El sorprendente resultado de las elecciones a rector de la UCA supone un jarro de agua fresca, no solo para la propia institución -que también- sino para todo el conjunto de las otras administraciones y colectivos del entorno, dado el posicionamiento y el considerable peso de dicha institución académica en todo el ámbito provincial. Institución líder en proyectos de innovación y transferencia del conocimiento para con el entorno, y pionera en posicionamientos educativos culturales de rigor y calidad, después de estas elecciones el liderazgo de la Universidad de Cádiz también habrá que considerarlo como referente de regeneración social y ética en lo que respecta a una percepción diferente de la gestión pública y las relaciones entre las personas y sus responsabilidades para con la sociedad.

Y es que la candidatura del ya nuevo rector, Eduardo González Mazo, ha representado en cierto sentido la voz de los indignados. Algo parecido al movimiento que ha tomado en verso de Blas de Otero la 'paz y la palabra' para reclamar el protagonismo central del ciudadano en la vida pública. La voz ética de una mayoría silenciosa que ha apostado por cambiar, no solo procedimientos, sino fundamentalmente, actitudes y formas de ejercer la función pública, como algo no restrictivo de unos pocos, una elite -la clase política debería anotar la lección y seguir el ejemplo-, sino como algo compartido que, más tarde o más temprano, de acuerdo con las coordenadas de capacidad y mérito -otra vez la clase política debe tomar nota-, le tocará al ciudadano ejercer, como diría Savater en su 'Diccionario del ciudadano sin miedo a saber'. El ciudadano de a pie deberá aceptar el reto de tomar las riendas de la gestión como servicio público. Un paso obligado, que tampoco deberá ser durante mucho tiempo porque la Democracia se resiente -y bastante- cuando nos eternizamos en los cargos. Ejemplos tenemos muchos. Esto es: el político o el gestor al servicio de la comunidad a la que pertenece, y nunca al revés.

El proceso vivido en la Universidad de Cádiz en estas pasadas semanas es una muestra significativa de que las sociedades y sus colectivos cambian, se transforman a veces de manera inesperada y contra todo pronóstico, en un contradictorio discurso de constante reinvención para seguir creciendo y madurando. Una situación que se produce -y resulta tremendamente curioso- desde los posicionamientos más insospechados. Es como si a pesar de lo que vemos por fuera hubiera una revolución interna y latente que sólo nos muerde cuando la situación se hace más insoportable de lo habitual. La candidatura de González Mazo parecía la menos fuerte, la menos preparada, la que menos curriculum podía exhibir, frente a tres titanes que acumulaban bastantes cátedras, trienios, experiencia. Algo así como el bíblico David frente a Goliat. La lección ha sido aplastante, frente a eso -que vale para otros momentos y que seguro que también habría funcionado muy correctamente- sin embargo, una parte importante de los votantes ha elegido 'lo otro'. Tal vez porque la posibilidad de que las cosas cambien no solo depende de los méritos y la experiencia que siempre se supone, sino de que a eso también se añadan la ilusión y la esperanza, el transmitir la posibilidad de cambio sin rupturas estridentes, como reductos de una utopía que sólo aflora en los momentos más críticos y difíciles.

El nuevo y joven rector ha sabido encauzar todos estos matices y, lo más importante, ha demostrado que la Universidad de Cádiz solo es posible desde una universidad de todos, y en la que todos importamos, como luz y guía intelectual, pero también como referente de compromiso ético y regeneración moral de la sociedad de la que se nutre y a la que debe servir.

La coyuntura de fuerte crisis a la que se deberá enfrentar González Mazo y todo su equipo es todo un desafío. El tejido político e institucional del entorno es otro Goliat. Ahí es donde deberá medirse David. La juventud, las ganas de cambiar y el verde esperanza son sus mejores armas. Como la Adela lorquiana, frente a su tiránica madre Bernarda Alba, la Universidad gaditana puede ser ese motor para empezar a salir de esta pesadilla social y política que nos invade, y empezar también a despertar conciencias, que falta hace. Gaudemus igitur y ¡suerte!