ENMIENDAS AL PARADIGMA

¿A qué tanto reproche al 15M?

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Estas líneas fueron escritas al término de un domingo electoral tranquilo, que nada ha tenido que ver con el dantesco panorama que auguraba la caverna de este país en el caso de que Rubalcaba se hubiese negado, como ha hecho, al desalojo a palos de los jóvenes y no tan jóvenes concentrados en Sol. Pero Rubalcaba ha actuado con la prudencia, el tacto y la inteligencia exigibles a unos responsables políticos que no deben dejarse arrastrar por los clásicos tics del autoritarismo y por los torpes impulsos dictados desde una concepción gruesa y simplificada de la política. A punto ya de conocerse los resultados provisionales, ahí continúa llena de gente la plaza de la Puerta del Sol. Y no ha ocurrido nada, mal que les pese a esos agoreros del «cuanto peor, mejor».

Pero lo más significativo es que, al mismo tiempo, las cosas, quiérase o no, son completamente distintas a como lo eran hace solo unos días, cuando aún el cáncer de la apatía y la sumisión sobrevolaba las cabezas de una ciudadanía maltratada por un sistema que se dice democrático, pero que anda sobrado de agujeros y trucos que favorecen todo tipo de triquiñuelas antidemocráticas. Es verdad que, como se ha dicho, la sola y pasajera indignación no basta para un cambio en profundidad. Pero también es cierto que la indignación que llena las plazas de España estos días parece surgir de lo más hondo de la conciencia moral de gente pacífica que reacciona pacíficamente ante hechos y acontecimientos intolerables en una sociedad que se pretende de 'Derecho'.

Por ello mismo, esta indignación podría ser factible de constituirse en el motor de arranque de otras actitudes más «productivas» políticamente hablando. Cultivar esta dimensión propiciatoria y positiva de la indignación, no dejando que se diluya su potencial transformador, es el reto que debemos afrontar con determinación y sin desmayo quienes nos consideramos defraudados por una democracia demediada a manos de poderosos intereses nada democráticos. Otra cosa es la sempiterna indignación reaccionaria, miope y egoísta de quienes presienten que sus privilegios pueden ser aminorados o suprimidos por una eventual y deseable profundización en los principios democráticos.

La democracia viene siendo adulterada prácticamente desde siempre, ¿a qué viene reprochar de indefinición, inmadurez y falta de operatividad a un movimiento espontáneo que acaba de nacer?