AMARILLO PANTONE

LA ALEGRÍA DEL ALMA

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Pensamos que nuestra vida nunca puede ir peor de lo que está, sino siempre a mejor. Es por eso que nos afectan siempre tanto los malos momentos. Somos optimistas por naturaleza y cuando algo que es inminente, aunque nos digan por todos los frentes que va a llegar, nunca nos lo creemos o pensamos que algo a última hora lo impedirá. La rabia, el lamento de nuestra vida no completa, o cualquier otro sentimiento que compone al ser humano puede verse reflejado en la música, el arte más abstracto en cuanto a su estructura. No es percibida por el sentido predominante de nuestro cuerpo que es la vista, y sin embargo nos pone los vellos de punta más usualmente que cualquier cuadro o fotografía que veamos. El arte audiovisual se apoya bastante en la música que hace que termine de provocar la expresión última de la exaltación y apoteosis en el espectador. Un palo del flamenco como es la alegría, tan de Cádiz, tan único y jovial, divertido, tan chirigotero, puede llegar a convertirse en la tragedia y el sufrimiento del compositor exiliado, que ve como su vida no es plena porque no puede vivir con su mujer y sus hijos en la ciudad que desea, en este caso su tierra natal. Y lo expresa con una alegría, el cante por excelencia del barrio de Santa María. Cádiz fue compuesta antes con la música del viento que con sus imágenes. Por eso la vemos tan bonita. Nuestra ciudad es música callada y congelada que requiebra entre las esquinas, por el levante, buscando el camino correcto para salir hacia la Bahía. No podemos dudar de esta condición, y debemos tenerla clara a la hora de apreciar nuestra ciudad, de hablar sobre ella, al describirla... y no conozco a nadie que lo haga mejor que Diego Magallanes.