Isabel II y la presidenta McAleese saludan a veteranos de guerra irlandeses durante un homenaje a los caídos. :: REUTERS
MUNDO

Isabel II pone fin a una anomalía histórica

La reina ve cumplido con su visita el deseado objetivo de reconciliar a irlandeses y británicos

DUBLÍN. Actualizado: Guardar
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La visita a Irlanda es un eslabón más del exitoso reinado de Isabel II, quien, a sus 85 años y en vísperas del sexagésimo aniversario de su coronación, cumple con un objetivo deseado. Es el resultado de una diplomacia delicada, iniciada por la expresidenta, Mary Robinson, que aireó inicialmente, en los albores del proceso de paz, que era tiempo de poner fin a tal anomalía en la relación entre los dos vecinos.

La actual mandataria de la república, Mary McAleese, nacida en el norte, ha querido recibir a la soberana británica antes del final de su segundo mandato, no renovable, en octubre. Junto a Isabel II ya participó en 1998 en Messines con motivo de las conmemoraciones de las víctimas irlandesas de la I Guerra Mundial caídas en la batalla librada con los alemanes en esa localidad belga. Era la primera vez que los jefes de Estado de ambos países oficiaban juntos un acto público.

McAleese llevó a cabo en su día una visita oficial a Reino Unido y miembros de la familia real británica, incluido el príncipe de Gales, han viajado a la isla vecina en los últimos años tanto con carácter oficial como privado. Los ex primeros ministros, Brian Cowen y Gordon Brown, cerraron el acuerdo de la visita de Isabel II como un sello necesario tras el acuerdo constitucional sobre Irlanda del Norte.

Medios de Dublín han descrito la ofrenda floral ante los caídos por la independencia irlandesa, el martes, como «el momento de la reconciliación». Aunque el monumento de Parnell Square sea una primera parada obligada de todos los jefes de Estado que aterrizan en Dublín. La jornada marcó también -en medio de excepcionales medidas de seguridad- el primer encuentro en suelo irlandés de los dos jefes de Estado como representantes de países soberanos.

Visita simbólica

El itinerario de ayer mostraba con más claridad el terreno que se ha querido marcar simbólicamente en la historia de Irlanda y Reino Unido. La reina y su marido, Felipe de Edimburgo, acudieron por la tarde a Croke Park, estadio y sede de los deportes gaélicos. La visita tenía una vertiente cultural, pero en ese estadio también ocurrió la masacre conocida como el Domingo Sangriento de 1920. Soldados de las fuerzas auxiliares y policías, entonces a las órdenes del poder británico -aunque historiadores argumentan que actuaron sin instrucciones- ametrallaron a los asistentes a un partido de fútbol gaélico, matando a catorce, el mismo número de agentes asesinados unas horas antes por el IRA, la guerrilla terrorista que llevó a la negociación del tratado que creó el embrión de la república del sur y partió la isla. El deporte autóctono ha formado parte de la identidad del país independiente y la presencia de la monarca en el estadio resonó en toda Irlanda.

Antes, McAleese e Isabel II depositaron una ofrenda foral en un monumento reciente, el levantado a los más de 50.000 irlandeses que murieron en la Primera Guerra Mundial alistados en las tropas británicas mientras, en su casa, se producía el levantamiento de 1916 por la independencia. Fue un acto ritual, en un día gris y frío, pero que completó el cuadro trazado sobre las identidades históricas de británicos e irlandeses.

«Es asombroso que yo haya visto por primera vez a la reina en Dublín», decía tras la ceremonia Jackie McDonald, considerado como el más poderoso dirigente de la Asociación de Defensa del Ulster, un grupo paramilitar que mató a más de 200 personas en el conflicto norirlandés, y en el que, tras el proceso de paz, solo quedan, según McDonald, 'microgrupos' disidentes.

La soberana prolongará su visita hasta mañana, pero más dedicada a cultivar su afición por los caballos -acudirá a varias cuadras de sementales- y a realizar una breve estancia en Cork