Opinion

El Peñón de Alí Babá

La Royal Gibraltar Police, que dirigía el tráfico, ahora va de guardacostas poniendo a raya a los guardias españoles

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Durante años los escolares españoles asociaban Gibraltar a los graciosos macacos que hacían el saltimbanqui por las rocas del Peñón mientras Matías Prats decía en el NO-DO que el señor Ullastres había presentado una severa queja ante Londres para que la colonia fuera devuelta a España... Vino después el cierre de la verja por aquel ministro con cara de europeo y buen tipo que se llamaba Fernando María Castiella un año antes de estrenar la legendaria década de los setenta. Luego surgió de la nada un 'guiri' llamado Albert Ha-mmond que cantaba en español con acento andaluz aquello de 'Nunca llueve al sur de California' pero que guardaba el exotismo de haber nacido gibraltareño por parte de padre. Habrá caído en el olvido pero ahí están las hemerotecas para acreditarlo que por entonces, en cualquier balcón, manifestación, reunión de pensionistas o similares aparecía de pronto una pancarta o una bandera con la inscripción : «Gibraltar español». Más que consigna de reclamación nacional, aquello tenía un regusto a resignación y lamento por un trozo perdido de la identidad patria. Pero lo cierto es que los llanitos casi pedían perdón por vivir en el patio trasero de la dictadura y aprendían español, y tocaban la guitarra.

Nadie hubiera podido imaginar entonces que una embarcación de la Policía gibraltareña se permitiera el lujo de embestir, abordar y chulear a una patrullera de la guardia civil. Entonces también se hacía en el Peñón la vista gorda al contrabando. Sobre todo de tabaco americano. Pero de unos años a esta parte Gibraltar se ha convertido en la cueva de Alí Babá. Por las aguas jurisdiccionales que de facto se ha apropiado el gobierno de Caruana, van y vienen lanchas y motos de agua con los fardos de hachís asomando por la borda, un petrolero se limpia los bajos con toda impunidad o transborda petróleo a otro como si fuera una gasolinera de la M-40. Es el paraíso del contrabando, el puerto franco de la inmigración ilegal y el Manhattan del blanqueo de dinero mundial. La Royal Gibraltar Police que antes dirigía el tráfico con salacot blanco en las cuatro calles del Peñón ahora va de guardacostas americano poniendo a raya a los Geos españoles.

El Caruana de turno se codea con la flor y nata de los dirigentes europeos como un jefe de Estado y cuando sopla viento de levante de la península que no le place, bloquea el Foro del Diálogo que con tan buena voluntad como ingenuidad se inventó el esfumado Moratinos. Mientras dialogamos, va emergiendo en el Peñón la ampliación de un aeropuerto que ya en sus inicios se construyó a espaldas de la legalidad. Y Londres que estaba perdiendo el interés en el puerto de Gibraltar ha vuelto a situarlo como cuestión de estado. Sin que nos hayamos dado cuenta los del Peñón de Alí Babá se nos han subido a las barbas.