Editorial

Amargo Primero de Mayo

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La fiesta del Primero de Mayo, que los sindicatos celebraron ayer en Valencia y con manifestaciones más pobladas que de costumbre en unas 80 ciudades españolas, ha sido este año particularmente amarga, tras la publicación el viernes de la EPA que nos situaba al borde de los cinco millones de parados. La indignación de las fuerzas del trabajo es lógica, ya que los trabajadores son -somos- víctimas de un gravísimo fracaso financiero y de alta política en el que no tienen responsabilidad alguna. Pese a ello, sus protestas, voluntaristas y sin duda bien intencionadas, no despejan sino al contrario la perplejidad general. En efecto, los líderes sindicales centraron sus críticas en el gran ajuste presupuestario y en la reforma laboral y demás reformas que reducen el alcance del estado de bienestar. Ojalá la fuerza de las organizaciones obreras permitiera salir de la grave situación en que nos hallamos sin merma para el statu quo de los trabajadores pero todos sabemos que, infortunadamente, no hay recetas mágicas que nos saquen del atolladero. Es lógico que las víctimas de esta crisis clamen al cielo y repudien a los causantes de la tragedia, pero el realismo es también indispensable para gestionar con posibilismo la contribución de todos a la recuperación económica que tenemos el deber de legar a nuestros hijos.