EL PERFIL

Antonio Alfaro, portero de San Felipe

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Uno de los colegio más representativos durante el siglo XX en Cádiz, fue, el colegio de San Felipe Neri, que los marianistas regentaban en el centro de la ciudad, en cuyas aulas se han formado destacados personajes que han sobresalido en diversos ámbitos de la vida pública local y nacional, tales como el escritor José María Pemán o el ministro Abarzuza. Una parte de la historia viviente del colegio es Antonio Alfaro García, conocido familiarmente como Antonio el portero, el cual ha ejercido su actividad profesional con los marianistas durante 51 años, atendiendo a varias generaciones de gaditanos, siempre con esa amabilidad y buenas maneras de la antigua escuela.

Antonio nació un 25 de diciembre de 1937 en la gaditana calle Horozco, hijo de Nicolás Alfaro de profesión churrero. Sus estudios los cursó en el colegio de Nuestra Señora del Rosario La Viña, actualmente Salle-Viña, durante ocho años, donde aprendió las primeras letras, recibió la primera comunión y donde recuerda entre sus profesores a los hermanos Rafael Bernardino y Miguel.

Ya en 1951, el entonces profesor del colegio de San Felipe Neri, el marianista Ciriaco Alzola, necesitaba un ayudante para el conserje del colegio, que en aquel entonces era José Expósito, por lo que en ese año Antonio se incorpora a trabajar en el colegio de San Felipe Neri Intramuros como ayudante. Allí permanecerá hasta el año 1978, donde se trasladará al colegio Extramuros de los marianistas, en el que permanecerá hasta su jubilación en el año 2002.

Su función principal era la portería del colegio, que compaginaba los sábados con el cine que proyectaba a los alumnos y el domingo, con la iglesia. Entre los profesores y marianistas que trató, recuerda al padre Vicente López, al padre Manuel Mateos, al padre Jesús, guardando siempre un agradecimiento muy especial al padre José Antonio Zubigaray, por el apoyo y el trato humano que siempre recibió de su parte. Sus mejores recuerdos, los vivió en el colegio del centro de la ciudad, al que consideraba como su segunda casa, con un ambiente muy familiar que formaban todos los niños del centro de la ciudad que acudían allí. Uno de los meses que más recuerda es el de mayo, porque se homenajeaba a la Virgen, con las ofrendas de flores y se organizaban procesiones.

Uno de los momentos más gratificantes del día, tanto para los niños como para Antonio, era el puesto de chucherías y golosinas, que abría en el tiempo del recreo, y donde todos los niños, en cola, se disponían a comprar algún producto, pagándolo en el momento, o apuntándolo y después la madre haría el pago. Antonio lo mismo ejercía de enfermero cuando un niño se caía, como de cocinero, cuando estaba enfermo el cocinero de turno. Incluso, también de camarero en alguna boda que se celebró en el patio del colegio y en algunos momentos cuando las madres tenían problemas para recoger a los niños, él los acercaba a sus casas. Siempre se distinguió por su bondad y por sus buenos modales, hacia los padres y hacia los más jóvenes. Especial recuerdo le tiene al oratorio de San Felipe Neri, el cual hoy esta en plena restauración para la celebración del bicentenario del 1812. El padre Vicente López, profesor de idioma en aquella época, le enseñó a Antonio a defenderse en la lengua inglesa y francesa con los extranjeros que acudían a visitar la iglesia. Antonio siempre los recibía amablemente, y les explicaba, en la lengua que hiciera falta, la historia de la iglesia como le había indicado el padre Vicente. Su última reforma, como recuerda Antonio, fue sufragada en su mayoría por la familia del padre José Antonio Zubigaray, que hizo que, en los años de escasez económica, ayudaran al mantenimiento de la iglesia.

Ya en 1978, se trasladó toda la comunidad al colegio de Puerta Tierra, donde Antonio, se adaptó a los nuevos cambios perdiendo la esencia familiar del antiguo colegio. Allí desempeñó su trabajo en la portería de EGB y luego en BUP, hasta su jubilación en 2002. Desde entonces, disfruta su jubilación con su familia.