Rebeldes ondean una bandera francesa sobre un tanque abandonado por las fuerzas de Gadafi en Ajdabiya. :: REUTERS
MUNDO

Los rebeldes recuperan el petróleo

El imparable avance de los sublevados libios alcanza Sirte sin hallar resistencia por parte de las fuerzas de Gadafi

BREGA Actualizado: Guardar
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Al ritmo que las fuerzas de Muamar Gadafi retroceden, las ciudades y pueblos de la costa libia vuelven a la vida. Poco a poco las persianas de las tiendas se levantan y familias enteras regresan de sus exilios temporales a lugares alejados de la línea del frente. Vecinos como Saleh Abdurahim, que desde hace una semana no salían de su casa, asisten jubilosos a la llegada de las fuerzas rebeldes a Brega, 240 kilómetros al sur de Bengasi.

«No he luchado, tenía demasiado miedo así que me quedé en mi casa», confiesa este joven en la puerta oeste del pueblo donde milicianos venidos de todo el este recogen municiones y provisiones para seguir su avance hacia Sirte, localidad natal del dictador en la que todos temen una dura resistencia por parte de sus más leales seguidores. «¡Directos a Sirte, directos a Sirte, Dios es grande!», gritan exultantes los revolucionarios desde unas camionetas en las que la emisora Libia libre informa del paseo triunfal de las fuerzas insurgentes que tras la toma el sábado de Ajdabiya avanzan sin encontrar resistencia y con el escudo protector de los aviones de la coalición internacional.

Con la misma velocidad e ímpetu que demostraron los primeros días de la revolución, las fuerzas opositoras se han plantado en apenas 48 horas en Bin Yawad, la posición más lejana que alcanzaron a comienzos de este mes antes del contraataque de Gadafi. Una semana de bombardeos aliados ha acabado con la resistencia de las fuerzas de Trípoli que se replegaron sin combatir y permitieron a los sublevados plantarse a 525 kilómetros de la capital. El rastro de su derrota son decenas de tanques y vehículos calcinados en las orillas de la carretera, víctimas de los ataques de la coalición, y fachadas mordidas por impactos de bala. No es una destrucción absoluta, pero la peor huella es la que no se ve, el terror entre los ciudadanos «porque disparaban contra todo el mundo; esa es la diferencia. Los rebeldes no vienen aquí a matarnos y por eso salimos a la calle. Los soldados de Muamar solo hablan con las armas», asegura Abdulaziz Aghura, también vecino de Brega, en un puesto de control que es una auténtica fiesta.

Desde algunas camionetas se reparten agua, dátiles y chocolatinas, otras tienen bidones de gasolina para llenar de forma gratuita los depósitos sedientos de los vehículos listos para avanzar. Todas las gasolineras desde Ajdabiya están cerradas y el abastecimiento de combustible es uno de los grandes quebraderos de cabeza para los opositores. Toda una paradoja ya que esta ruta es la de las refinerías y puertos marítimos de exportación de crudo desde los que antes de la revolución salía la mayor parte de los 1,5 millones de barriles diarios que producía el país.

La refinería está cerrada a cal y canto. Un grupo de milicianos controla el acceso al último enclave que ocuparon los gadafistas hasta hace muy pocas horas. Uno de los operarios convence a los milicianos de la importancia de abrir las puertas a la prensa y logra el permiso. Las instalaciones están desiertas, pero en las viviendas de los ingenieros están frescas las huellas de los soldados de Gadafi. «Aquí está el búnker de Muamar», asegura el operario de la Sirte Oil Company, empresa estatal que opera las instalaciones, mientras abre una puerta blindada que da acceso a unas escaleras que terminan en una cámara presurizada en la que supuestamente se alojaban el tirano y sus personas de confianza durante sus visitas a la zona. ¿Será verdad o solo una más de las leyendas urbanas?

Cortar los suministros

Los libios acusan a Gadafi de hacer esta guerra por el deseo de seguir monopolizando los recursos petrolíferos y por eso la liberación de enclaves como Brega, Ras Lanuf y Bin Yawad -simples pueblecitos a las puertas de grandes complejos destinados al refinado y la exportación de crudo- son un espaldarazo a su objetivo de cortar los recursos del coronel y dinamizar la economía revolucionaria. La victoria en la guerra de petróleo se afianza además tras el anuncio rebelde de un acuerdo con Catar, país alineado con la oposición a Gadafi desde el primer día, que «está dispuesto a recibir todo el crudo que queramos exportar y sacarlo al mercado», según Ali Tarhouni, responsable de temas económicos y energéticos del Consejo rebelde.

Los sublevados miran de forma decidida a Trípoli, pero antes tienen que cruzar Sirte y liberar después Misrata, ciudad que ayer volvió a ser atacada por los gadafistas. «Creo que van a intentar hacerse fuertes en Sirte, por eso han retrocedido con tanta prisa», piensa Mohamed Faraj antes de asegurar que «ni en Sirte la gente le quiere, solo le quedan sus matones, nada más». Reuters informó de que a última hora de la tarde de ayer que un convoy militar formado por veinte vehículos abandonó la ciudad natal del dictador con dirección a Trípoli. El mismo camino que siguieron docenas de coches y camionetas de civiles. Los bombardeos aliados han abierto el camino a las fuerzas rebeldes que llaman a las puertas de Sirte.