EXTERIORES ROBADOS

PORTADA BARROCA

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La señorial portada expresa magnificencia desde su base: pedestales en punta de diamante, intrincadas basas, pilastras acanaladas, capiteles rebosantes de fronda. Sobre el gran friso aparecen los signos: en el centro un escudo, con el respaldo de una cruz de Calatrava y una corona heráldica de marqués, pregona la Cruz del Calvario; a ambos lados, pendientes de gloriosas cintas que ondean al viento, se derraman opíparas guirnaldas de frutos, presumibles ofrendas a la divinidad, o recuerdos de sus beneficios.

Pero lo que suspende el entendimiento del paseante son los tres mascarones, tres humanoides que otean enigmáticos cual ídolos de la isla de Pascua. Sean tres individuos o tres estadios de la misma criatura, sus rasgos parecen intensificarse: más cerdas van invadiendo el rostro, más bestialidad el ceño, más acritud la expresión, que llevan a su extremo los dos huraños incisivos que enseña retadora la figura central.

Fuese cual fuese la intención de los autores de la portada de la casa-palacio de la calle Manuel Rancés, 18, su contemplación nos revive el Barroco: movimiento, exuberancia, fe irracional, horror. Ojalá las administraciones públicas aseguren la conservación del conjunto, con sus escalones de losa de Tarifa, su mármol añejo, sus rejas centenarias; ojalá su irrepetible portón claveteado no sufra el destino que se cierne sobre otro semejante en el número 28 de la misma acera, que parece esperar resignado su eliminación ante la indiferencia unánime.