A diferencia del resto de acusados, Rodríguez Pueyo no ocultó en ningún momento su rostro a las cámaras. :: MIGUEL GÓMEZ
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Pueyo quería pagar otro secuestro con el rescate de Rafael Ávila

Con el dinero trataría de secuestrar al hijo de 'El Pocero' y saldar una deuda con unos ingleses que le amenazaban

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Rafael Ávila era una «presa fácil», por eso lo eligieron. Así lo reconoció Luis Miguel Rodríguez Pueyo, el principal acusado por el secuestro del empresario sanluqueño cometido en junio de 2008, cuyo juicio se celebra desde ayer en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Cádiz. Junto a Rodríguez Pueyo se sientan en el banquillo de los acusados otras siete personas, entre ellos, Raúl Brey Ábalo, primo del líder del Partido Popular, Mariano Rajoy.

Ávila fue secuestrado el 2 de junio al salir de su trabajo y permaneció encerrado durante 16 días en condiciones deplorables en una especie de cuadra, en un chalé de Almonte (Huelva), propiedad de Brey Ábalo, de donde fue rescatado por la Policía. Rodríguez Pueyo -condenado en el conocido 'caso Arny' y relacionado con diversas estafas- admitió haber «concebido la idea disparatada de secuestrarlo» y relató una rocambolesca historia para explicar sus actos. Según él, el rescate por el empresario debía servir para financiar otro secuestro: el del hijo del constructor Francisco Hernando, más conocido como Paco 'El Pocero', al que ya había intentado secuestrar sin éxito a principios de 2008.

A su vez, con este primer secuestro pretendía reclamar al constructor una supuesta deuda, con la que pagar 30 millones a unos empresarios ingleses que -según él- le estaban amenazando. Su abogado definió el rescate de Ávila como un «secuestro puente» y Pueyo le contestó que era «una víctima propiciatoria para conseguir dos millones». De hecho, aseguró que nunca pidió 10 millones, como se le acusa.

Sicarios ucranianos

Pueyo se negó a responder al interrogatorio del fiscal, que no obstante leyó durante dos horas la batería de preguntas que iba a realizarle y las intercaló con unas grabaciones telefónicas en las que el acusado supuestamente daba instrucciones a sus compinches. El acusado tampoco atendió a las preguntas de la acusación particular. Solo contestó a las de su abogado y las del tribunal, ante el que reconoció haber suplantado la identidad de su hermano Joaquín, muerto en 2000, para «rehacer» su vida y participar como socio en un conglomerado de empresas.

A través de estos negocios -explicó- medió con los inversores ingleses para obtener el crédito de 30 millones de euros, que El Pocero usaría para construir unas viviendas. Pueyo se encargó de falsificar el aval, pero en febrero de 2008 «la construcción cayó, El Pocero no hizo frente al pago del préstamo y el grupo inversor comenzó a extorsionarlo, al descubrir que el aval era falso.

Como solución, Rodríguez Pueyo contrató a tres ucranianos «dedicados a cobrar a morosos» para que secuestraran al hijo del constructor y luego a Ávila: «La idea fue mía, porque lo conocía de una relación comercial, era una presa fácil». Les pagó 30.000 euros a cada uno.

Según Pueyo, fueron estos sicarios los que interceptaron al empresario en Sanlúcar. Lo metieron en una furgoneta blanca y después en el maletero de un Chrysler propiedad de Pueyo, en el que éste condujo a Ávila hasta el chalé 'El Retorno'. Pueyo, tan amante de las historias peliculeras, explicó que en el trayecto hacia Huelva, Rafael trató de sacar un sobre por una rendija para dejar una pista de su paradero. Pero se dieron cuenta y se lo impidieron. Aunque Rodríguez Pueyo se reconoció «plenamente culpable», trató de quitarse responsabilidad sobre los asuntos más dramáticos, como las condiciones inhumanas a las que sometieron al empresario en el chalé. «Mi misión no era custodiar al detenido; nunca verifiqué cómo estaba el box», se excusó Pueyo, que reconoció ayer que la situación era «horrible». Según la acusación, durante 16 días lo encadenaron a una argolla en un cuatro metros cuadrados y techo de uralita -un «box» de caballos-. Ávila dormía en un colchón, hacía sus necesidades en un cubo y no pudo asearse. Le ponían música árabe las 24 horas, le drogaban y le hacían tocar una pistola de fogueo. La experiencia ha consumido a Ávila psicológicamente.

«El menor daño posible»

«Quise hacer una barbaridad, pero con el menor daño posible», llegó a afirmar ayer Pueyo, que desde prisión envió una carta a Ávila en la que le sugería que «rehiciera su vida», después de habérsela destrozado. El secuestrador también exculpó a algunos de los acusados, entre ellos a Brey, su socio en la empresa: «Me prestó la finca, pero dijo que no quería saber nada». Sin embargo, la Policía sorprendió al sevillano en el chalé el día del rescate.

Ayer estaba previsto tomar declaración a los ocho acusados, pero sólo dio tiempo a los turnos de Pueyo y uno de sus dos hijos procesados: Luis Antonio R. de S, acusado de sufragar el secuestro. Él, sin embargo, se declaró inocente. La Fiscalía pide para Rodríguez Pueyo 28 años de prisión y la acusación, 36 años. La defensa, por su parte, solicita siete años y medio por todos los delitos.