opinión

Defensa del ex

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Hay muchas personas a las que sólo hay una cosa que les interese más que el dinero propio: el que ganan los demás. Debiéramos mostrar una curiosidad mayor por las pérdidas que nos ocasionaron los que en sus laboriosos días gobernaron España que por las ganancias que obtienen a partir de abandonar la Moncloa. Entonces había que pedirles cuentas, pero ahora no hay que ajustárselas. ¿Qué se esperaba?, ¿verles en la cola del autobús a quienes iban en coches blindados, precedidos por otros coches blindados? Los expresidentes son pocos, ya que su cargo es eventual y, con más o menos fortuna, trabajan mucho mientras desempeñan el cargo y ganan poco dinero, aunque no ganen para disgustos. El bienestar les llega con el prefijo y al parecer eso es lo que le duele a mucha gente.

Hay votantes más o menos decepcionados que desearían verles con los zapatos rotos y no digamos nada de los que lo pasarían en grande si hubieran llegado a verles salir con los pies por delante de su excelentísima tarea. Se les reprocha a los que fueron nada menos que gerentes de una empresa llamada España que se puedan ganar la vida, aunque no en todos los casos se hayan ganado el respeto. En cada barrio hay señores que ganan más que ellos. Y no por seguir trabajando, sino por haber trabajado o puesto a otros a trabajar. La cantidad que perciben quienes han presidido el Gobierno es la vitalicia, no llega a los 80.000 euros, pero es vitalicia, lo que les da cierta tranquilidad. ¿Cómo se les puede impedir que den conferencias, generalmente escritas por otro, o que sean asesores o consejeros?

Nunca figurarán en la nómina de los más ricos del mundo; o sea, de los que tienen un patrimonio superior a la renta nacional de los más de cincuenta países más pobres. A esos caballeros no les inspecciona nadie. Somos bastante catetos, además de ser muy envidiosos.