PAN Y CIRCO

¡AY, AÍTO!

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Existen veces en la vida en las que no tomar decisiones a tiempo puede resultar tan peligroso o más que tomarlas de manera incorrecta. Alargar una situación demasiado es un riesgo innecesario que puede truncar objetivos determinados que te marcas en algunos momentos. Cuando los equipos de la ACB planifican una temporada se fijan, fundamentalmente, en tres aspectos, siempre en función del quiénes somos y de dónde venimos, por supuesto: terminar la primera vuelta entre los ocho primeros para participar en la Copa del Rey, clasificarse para los playoff o eludir el descenso y dosificar al máximo sus plantillas para compaginar lo mejor posible la competición doméstica con sus retos europeos.

La relación de Aíto García Reneses con el banquillo de Unicaja ha estado marcada casi desde el principio por la polémica. Su carácter distante no cuajó en la ciudad de la Costa del Sol y sus métodos más próximos a la vieja escuela que al entrenador amigo y psicólogo que se destila en esta época del deporte le ha ido alejando poco a poco de una plantilla que definitivamente le ha dejado ligado al alto finiquito que le deberían pagar en caso de despido. Y claro, entre que se deciden a tirar de chequera o no, Unicaja se ha quedado ya sin el primero de los objetivos que tenía, y de forma calamitosa.

Hace ya algún tiempo que a ninguna de las partes implicadas en el asunto le interesa seguir con una relación tan tensa como nociva, pero la 'pela' es la 'pela' y aquí nadie se afloja el nudo de la corbata ni a la hora de negociar ni a la hora de demostrar un punto de honestidad profesional que le haría aumentar aún más el prestigio adquirido tras acumular años y más años de éxitos deportivos.

Todo apunta a que el final de la película está próximo. El corazón del Martín Carpena no parece dispuesto a soportar la misma experiencia de la temporada pasada, en la que una reacción postrera arregló un año para olvidar. Quizá ahí empezó a gestarse el principal error. Pensar que no había motivo para preocupaciones; que el dinero, McIntyre mediante, podía solucionarlo todo. Y el doble o nada nunca es aconsejable.