DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

TIEMPOS REVUELTOSLOS POLÍTICOS Y NOSOTROS

La Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados

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Tengo un amigo, Gonzalo, que lee todos los domingos esta gacetilla mientras -a ver cómo lo explico sin que suene escatológico o soez- relaja, digamos, tensiones intestinales. Ejem. Él es un profesional independiente de treintaitantos al que le gusta la política, pero la política con mayúsculas, la que cambió el mundo en ciertos momentos de la historia, la que se apoyaba en las ideologías y no en los espurios intereses que parecen guiar hoy a los que se dedican a la cosa pública. No a todos, claro está, pero sí a un buen puñado de ellos. No sé si compartirás esto conmigo, Gonzo, pero me da la sensación que en España hay mucha gente que ya ve la política como una causa perdida, que a base de decepciones y desengaños ha dejado en la cuneta su interés por el tema y allá que les den. Esa pasividad o indiferencia a la que nos han condenado nuestros propios políticos ha abierto una brecha demasiado ancha entre el electorado y nuestros representantes públicos, y, cuidado, porque por esa autopista puede entrar ahora cualquiera. Los ciudadanos están desencantados con las dos grandes multinacionales, las dos grandes marcas políticas de nuestro país, y, aunque es evidente que no se va a romper así por las buenas con el bipartidismo establecido, creo que se avecinan tiempos en los que cualquier charlatán de feria que tire de populismo barato puede conseguir un escaño en un parlamento. Hay que tener cuidado.

Frikis, actrices o actores porno, personajillos y calaña del mundo rosa, cualquiera se nos puede presentar ahora como salvador de la patria gracias al descrédito que han ido acumulando los políticos profesionales. Traigo esto a coalición tras leer ayer que Carmen de Mairena -un transformista convertido en animal circense por obra y gracia de la basura televisiva- se presentará a las elecciones como número dos por una lista de no sé qué partido o coordinadora en Barcelona. Carmen de Mairena. Toma ya. Si a esto le sumamos el famoso sondeo que asegura que Belén Esteban sería la tercera fuerza política en el Congreso si se presentara a las elecciones generales, convendrán conmigo en que estamos abriendo las puertas de par en par a un experimento peligroso. Y esto no es Eurovisión. A este paso me veo a Jorge Javier Vázquez en la Moncloa y a Karmele de presidenta del Congreso. Y ya puestos, qué quieren que les diga, yo preferiría como presidente del Ejecutivo a Chiquito de la Calzada, que por lo menos me hace algo de gracia.

En definitiva, la maldita crisis económica nos ha sumido en la desconfianza más galopante hacia nuestros representantes públicos, pero no por ello nos tenemos que echar a los brazos del primer cantamañanas que ponga su careto en un cartel electoral. En los próximos comicios -municipales en 2011 y generales un año después- habrá que votar más que nunca con cabeza. Habrá que pensarse mucho a quién dar el voto y ser conscientes de que una sola papeleta puede tener un valor inmenso. Quizás haya que dar nuevas oportunidades a los grandes o quizá la opción sea apostar por nuevas alternativas, pero, una vez que se le ha perdido el respeto a la política, no lo hagamos también con la democracia. Algo muy podrido tendríamos entre manos si Carmen de Mairena o Belén Esteban obtienen un escaño o un acta de concejal en cualquier localidad de este país. Si no nos convence el panorama que tenemos delante investiguemos en otras plazas, pero no se trata de ponerse a rebuscar en la telebasura u otros escenarios similares a los que están llamados a sacarnos del atolladero. Es una labor de todos que hay que afrontar con responsabilidad y seriedad. Y aunque haya gente asqueada con la política, este es nuestro sistema y, de momento, no se ha inventado nada mejor que la democracia.

Estoy seguro de que por la geografía nacional hay repartidos políticos honestos, inteligentes, aprovechables. Hay que verlos, hay que buscarlos. No nos podemos resignar, pensar que son todos iguales y colocar a la política a la altura de un debate de 'Sálvame'. Ojalá pudiésemos limpiarnos y tirar por el desagüe a todos aquellos que no han estado a la altura de las circunstancias. Soñar es gratis ¿no? En fin, Gonzo, no olvides tirar de la cadena.