EXTERIORES ROBADOS

Puerta

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No puede el paseante atento pasar sin detenerse ante esta puerta. ¿Qué misterio guarda? ¿Qué se protegió con la rotundidad de esas dos formidables hojas de madera, claveteadas con diez órdenes de chatones de hierro que se dirían estaban colocados para ahuyentar a extraños? ¿Qué nobleza pregonan los dos leones que rugen simétricamente en el frontispicio?

Muchos son los males que acechan a esta reliquia. Arañazos, desconchones, conexiones eléctricas carentes de piedad. Más grave es la desprotección de la madera, expuesta al uso y a los elementos sin la imprescindible capa de pintura.

Pero, por el momento, ha sorteado a su enemigo más encarnizado: la reforma inmisericorde, esa que nos privó para siempre, no hace mucho, de la puerta venerable de la Casa de las Viudas. Y ahí está, en su calle de San Francisco, recordándonos que Cádiz fue un día una ciudad de casas solariegas y carruajes, y enriqueciendo nuestro paseo con un misterio. Dios quiera, y esos buenos vecinos, y la Delegación Municipal de Patrimonio, que siga ahí mucho tiempo.