Opinion

El arte supera al hombre

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El color de Tiziano y el dibujo de Miguel Ángel», era el lema que el grandioso pintor Jacopo Robusti 'Tintoretto' (1518-1594) poseía en su estudio, como palabra de Dios que anhelaba conseguir. Conste que el propio Tiziano lo expulsó de su estudio, rompiendo una amistad que jamás recuperaron. Pero el arte siempre supera al hombre y, para Tintoretto, Tiziano era un inconmensurable creador de luz. Ciertamente, la importancia de Tintoretto se presume como capital, pues fue claro inspirador del Barroco, abriendo una tendencia a seguir.

Y es que este veneciano dotaba a sus pinturas de un dramatismo tal, que le hacen inconfundible. A veces, contemplando sus obras, me parece un pintor demasiado recargado, algo demasiado abrumador para la vista ligera. Por ello, necesito verlo inicialmente a cierta distancia, darle tiempo para ir poco a poco, casi suavemente, impregnándome de su terrible dramatismo. Una vez logrado traspasar la espesa neblina, empiezan los sutiles movimientos. Sus Cristos comienzan a suplicar por el perdón de esos temibles romanos que lo martirizan, unos pobres claman piedad y casi se escucha la voz de un implacable y cruel mandatario. Por todo ello, una vez hipnotizado por su historia de sombras clarividentes, es difícil salir. Es endiabladamente complicado encontrar la salida de sus colores, colores que son como zarpas apabullantes que si te alcanzan la piel, sólo te dejan escapar a cambio de un poco de alma. Incluso en la ternura de sus mujeres, uno encuentra tal fuerza que acabas levemente exhausto de tanto vigor. Se precisa ser cauteloso para ahondar en su poesía y tener bien atada a la vista para que no se la lleven para siempre esos ángeles de blancas plumas.

¡Cuánto nos quiso decir y cuánto alcanza su arte! Tanto, que casi no llegamos a entenderlo. Cuánta belleza en la feminidad blanca de sus desnudos, y qué musical sinfonía la de sus pechos al aire. Qué clarísima luz en sus resurrecciones y qué oscura negrura en sus dulces muertes. Qué finura en sus blancos caballos y qué majestuosidad la de sus jinetes. Hasta el propio Velázquez se influyó en Tintoretto, un hombre al servicio del arte.