EXTERIORES ROBADOS

PALMERAS

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Quien entra a Cádiz por la que fue su Puerta del Mar encuentra una plaza poblada de palmeras. Altas palmeras, místicas, luminosas; palmeras oportunas, evocadoras de otras costas, de la africana, de la del Medio Oriente, de donde provenían los navegantes que construyeron un muro en este solar. Iluminado estuvo quien plantó palmeras en la plaza de San Juan de Dios, antigua Corredera.

Oímos que, con motivo de la remodelación de esta plaza umbilical, se ha estado debatiendo en días pasados el destino de las palmeras de San Juan de Dios.

Con qué ligereza se admite arrebatar a los lugares de la ciudad los atributos que les dan su identidad, que los hacen entrañables a los ciudadanos. Con qué facilidad se despojó a la plaza de la Constitución (delegación de Hacienda) del enorme árbol que la cubría de sombras, sombras que eran parte amada del paseo de muchos ciudadanos.

Cada planta que adorna un rincón de la ciudad es un imán de emociones para quienes lo habitan. Ojalá esto no se olvidase. Contemplaríamos con más sosiego estas palmeras queridas, que enmarcan de luz y ligereza el perfil del Ayuntamiento.