Perfecta ejecución del volapié de Padilla al ejemplar de Gavira que desorejó. :: esteban
Jerez

Padilla y Perera salen a hombros tras desorejar a dos toros de Gavira

Morante obtiene sólo un trofeo pero realiza una faena de mérito ante un peligroso ejemplar de Victoriano

JEREZ. Actualizado: Guardar
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De la corrida anunciada de Victoriano del Río sólo fueron aprobados en el reconocimiento veterinario tres ejemplares, por lo que hubo de ser remendada con toros de la blanca divisa gaditana de Gavira. Ni los unos ni los otros constituyeron un portento de raza y bravura pero al menos permitieron que los espadas obtuvieran varios trofeos y que el público volviera a salir contento de la plaza. Si nos atenemos al marcador final, se diría que los grandes triunfadores del festejo fueron el local Padilla y el extremeño Perera, pero la tauromaquia consiste en un arte que más que por lo cuantitativo, su verdadera dimensión y grandeza ha de medirse por lo cualitativo, por las sensaciones que provoque, por la palpitación que transmita. Y el momento de mayor intensidad, de emoción y de pureza lo pudieron vivir los aficionados durante la lidia del quinto toro, animal difícil y peligroso, con el que Morante de la Puebla ofreció todo un recital de entrega y pundonor torero.

Tras salir suelto y distraído del capote del espada, el de Victoriano del Río tomó una fuerte vara en todo lo alto que le hizo centrarse con mayor atención en la pelea. Toro de embestida corta y descompuesta, desparramaba la vista y nunca estuvo metido en los engaños. Rompió la muleta de Morante de un certero gañafón al inicio del trasteo, pero ello no menoscabó el ánimo del diestro que plantó en el albero las zapatillas, mostró con empeño la franela y hasta consiguió embarcar con estoica impavidez tan incierta embestida. Cites casi imposibles con mucha quietud ymucha verdad. Con lo que, una vez más, Morante demuestra que no sólo posee un acreditada y merecida fama de torero artista sino que también es un torero sincero, puro, de valor seco y sereno. Cazó con habilidad con media estocada al marrajo y escuchó la ovación más merecida y meritoria de todo el festejo.

Con el flojo y descastado segundo llevó a cabo una entonada faena de bellos retazos que, aunque no resultó redonda, sí derramó un goteo inconexo de excelsitudes. Dibujó naturales con parsimonia y gusto, meció un redondo con profundidad y armonía y verificó cambios de mano y trincherillas de auténtico lujo. Pasajes exquisitos de un torero que se mostró toda la tarde muy decidido y relajado.

Espectacular Padilla

Con larga cambiada y afanosas verónicas rematadas con media saludó Padilla al castaño de Gavira que hizo cuarto. Variedad capotera que tuvo su continuidad en un quite luminoso por faroles, chicuelinas y revolera. Invitó a Morante a compartir banderillas y juntos firmaron un destacado tercio en el que destacó un par de dentro a fuera del jerezano y un par al cuarteo de el de La Puebla tras tomar al toro muy en corto.

Fue éste un animal de acometida franca y pastueña pero algo soso y con tendencia a rajarse, con el que Padilla inició el trasteo con enjundiosos pases con la pierna flexionada, prosiguió con tandas sucesivas de derechazos y terminó con rodillazos en tierra y manoletinas. Fue una labor muy voluntariosa, más efectista que artista y más superficial que profunda. Pero caló con fuerza en los tendidos que, tras una perfecta ejecución del volapié, no dudó en solicitar para el paisano el doble trofeo. Con el soso e inválido primero poco pudo hacer el de Jerez. Episodio que se repetiría en el tercer acto del festejo con un Perera impotente ante la mansedumbre y flojera del de Victoriano. Pero ante el toro boyante y de gran fijeza que cerraba plaza desplegó su genuina tauromaquia de pases encadenados, circulares y escalofriante tancredismos en las cercanías. Resultó todo tan del agrado del público que, apesar de matar de un flagrante bajonazo, solicitaría con frenética vehemencia las dos orejas.