Tribuna

Alta velocidad: una malla que acerca territorios

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A las siete de la mañana de un día como hoy, pero de 1992, partía de la estación madrileña de Atocha el primer tren AVE que prestaba servicio comercial en España. Se trataba del colofón a un proceso que entonces muchos calificaron de disparate o despilfarro y no fueron pocos quienes auguraron para este nuevo modelo de ferrocarril el mayor de los fracasos. Sin embargo, y como siempre ocurre cuando se apuesta con decisión y sin ambages por el progreso de la sociedad en su conjunto, el tiempo se encargó de quitarles la razón.

Dieciocho años después de ese momento clave para la historia de los transportes en España, los datos demuestran que la ciudadanía ha respondido a cada nueva extensión de la red ferroviaria de alta velocidad usando de forma masiva los servicios ofrecidos por el Estado. La primera de las líneas cuya puesta en marcha celebramos hoy ha sido utilizada ya por más de 100 millones de viajeros y cada año cerca de 25 millones de pasajeros usan los servicios de alta velocidad o larga distancia ofrecidos por Renfe en el conjunto de la red ferroviaria.

El proceso para sentar las bases de este éxito no ha estado, sin embargo, exento de dificultades. El esfuerzo de los sucesivos Gobiernos permitió sentar las bases para extender este nuevo modo de transporte hasta Barcelona, conectando así los dos polos de mayor dinamismo de la economía española, aunque la puesta en servicio comercial de la segunda línea de alta velocidad en 2003, limitada a 200 km/h y al tramo Madrid-Lleida, fue un hito parcial progresivamente completado por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Era sólo el principio. Si en 2005 pudimos celebrar la puesta en marcha de la conexión de Toledo a la nueva red, 2008 fue un año clave para la alta velocidad en España. En febrero fue puesta en marcha al completo, y con las mejores prestaciones, la línea Madrid-Barcelona, y en diciembre se abrieron al tráfico la conexión entre Córdoba y Málaga, que multiplica las posibilidades de viajar en una de las zonas más turísticas de España, y el enlace entre Madrid y Valladolid, en realidad la primera fase de la gran extensión del AVE a todo el cuadrante noroeste de la Península Ibérica.

Ya este mismo año, con la apertura de la nueva línea Madrid-Valencia, pasaremos a ser los líderes absolutos en lo que respecta a alta velocidad en Europa, con casi 2.000 km de líneas, y superando así a los ferrocarriles franceses, alemanes e italianos. Se trata de corredores que son recorridos cada día, arriba y abajo, por una flota de trenes que supera las 120 unidades y no deja de crecer, no en vano, el parque móvil de Renfe se ha convertido este año en el más moderno de toda Europa gracias a un ambicioso plan de renovación, y que está equipado con la tecnología interoperable ERTMS, que permitirá derribar las barreras históricas del ferrocarril español con respecto al resto de Europa.

Hemos ido dando cumplimiento así al compromiso expresado de forma clara en el Plan Estratégico de Infraestructuras del Transporte, gracias al cual más del 90% de la población de nuestro país vivirá a menos de 50 kilómetros de uno de los nudos de esta gran malla de 10.000 kilómetros de longitud, que permitirá acercar entre sí a las personas y las empresas, acortando de hecho las distancias entre los territorios.

Buenos ejemplos de que esta política ferroviaria vertebra de forma sólida y definitiva el territorio no sólo en la gran escala, sino también a nivel regional son el caso de Castilla-La Mancha, que a finales de este mismo año tendrá todas sus ciudades conectadas por alta velocidad, o Galicia, en donde se ha primado un diseño transversal sobre el clásico modelo radial, y en donde se pondrán en servicio primero las líneas entre Santiago y Ourense (en 2011) y A Coruña y Vigo (en 2012) y posteriormente la conexión hacia la meseta (prevista en el entorno de 2015), y por fin la Comunidad Valenciana, en donde la alta velocidad enlazará Valencia con Alicante en 2012 y con Castellón en 2014.

No son, sin embargo, los únicos ejemplos. El ambicioso desarrollo de la red de altas prestaciones está haciendo que ésta se extienda mientras se escriben estas líneas hacia Lisboa en el oeste, a través de Extremadura, en el norte hacia Asturias por León, a Cantabria desde Palencia, al País Vasco a través de Burgos y a La Rioja y Navarra desde Zaragoza, hacia Girona y Francia en el noreste, y en el sur hacia Huelva, Cádiz, Jaén, Granada y Almería.

Se trata pues de una verdadera marea de progreso, a la que dedicamos más de la mitad del presupuesto del Ministerio de Fomento -el de mayor peso inversor de todo el Estado- y que pese a la situación económica actual hemos decidido priorizar. Este es el mayor y el mejor de nuestros objetivos: hacer que términos como periferia y centro cobren cada vez menos sentido al integrar todos los puntos en una red que tenderá inevitablemente a equilibrar las oportunidades de los ciudadanos, independientemente de dónde vivan. Con esa meta en mente, el Ministerio que tengo el orgullo de dirigir tiene y tendrá como herramienta permanente el diálogo con las Comunidades Autónomas y el resto de instituciones. Porque como he repetido en numerosas ocasiones, la planificación y ejecución de las infraestructuras, la puesta en marcha de nuevos servicios de transportes, no son ni pueden ser tarea de un solo Gobierno.

Lo vemos hoy más claro que nunca, cuando la primera línea de alta velocidad de España pasa la edad simbólica de su mayoría de edad: el progreso y el fomento de la igualdad son tareas que superan las barreras del color político y e incluso las de las generaciones. Se trata, pues, de seguir sentando las bases para un futuro cada vez más brillante, y de no aflojar el paso justo en el momento en el que el país más lo necesita. Así lo haremos.