Tribuna

Desempleo y buena vida

COMISARIO DE ARTE EN NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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El título suena a paradoja, pero decía Henry Miller que todo aquello que tiene importancia nace de una contradicción. Así pasa con esta ciudad. Mucho más, y es el caso, cuando es vista desde una poética distancia.

Leo, releo y vuelvo a releer el artículo sobre Cádiz publicado por 'The New York Times' y aún me pregunto por qué levantó tanto revuelo e indignación. Con la ilusión que me hizo que aquí se hablara de Cádiz; como decía el poeta aunque fuera para bien.

No sé si aquéllos que alzaron la voz de su militancia patriótica leyeron el artículo directamente del original, leyeron alguna malintencionada traducción o simplemente hablaron de oídas; en cualquier caso, he esperado a que se calmaran los ánimos para regresar sobre el texto con recuperada frialdad.

Lo cierto es que más allá de ciertas ambigüedades geográficas causadas por la confusión entre provincia y capital, el artículo no mentía. Las cifras del paro en Cádiz son descorazonadoras y, aunque nos moleste que sea ésa la imagen externa que proyectamos, nuestra indignación no debería ir contra la publicación de dichos datos -lo cual podría entenderse como censura- sino contra la falta de iniciativas para combatirlos; ya sean gubernamentales, municipales, empresariales o individuales.

Sí se podría, sin embargo, achacar a la redactora la simpleza en la actualización del arquetipo cultural modelado por los viajeros del XVIII según el cual se definía a los habitantes de climas cálidos -nos definía, por lo tanto- como perezosos y pendencieros (Montesquieu tras su visita a Nápoles). No perezosos, pero parados; no pendencieros, pero graciosos de carnaval. Que el tópico quede trasnochado y desterrado de manera definitiva dependerá de nuestra capacidad autocrítica y, hasta ahora, no la hemos demostrado en exceso. Eso o que, tras los fríos y lluvias de este invierno, cambiemos de climatología.

Pareciera, en cualquier caso, que nos molesta el ataque a lo colectivo - a mi Cádiz que no me lo toquen- pero lo cierto es que, en lo tocante a lo individual, conocemos en nuestra ciudad muchos dramas personales y familiares causados por el desempleo y la falta de oportunidades laborales; por no hablar de los miles y miles de emigrantes gaditanos que en el mundo somos. No hay más que ver 'Andaluces por el Mundo'; la mitad de los que salen son de Cádiz y provincia.

Lo que me asombra de la reacción chovinista es que en el artículo ni siquiera había un ataque ante el que rebelarse. En todo caso se trataba de una suerte de elogio hacia la capacidad de supervivencia económica y de superación psicológica mediante el humor; cualidades que nos sirven de vanagloria interna pero que no aceptamos como lectura exógena. Aquí nos manifestamos o hacemos huelgas de hambre para protestar por el paro, pero que nadie de fuera nos diga que Cádiz tiene la mayor tasa de desempleo de Europa. Eso no. Aunque sea verdad. Además, si no nos queda más remedio que admitirlo siempre podremos culpar al gobierno o a los inmigrantes. Balones fuera. Cuidadito con estas simplezas populistas; son peligrosas, manipulan fácilmente y producen consecuencias difíciles de controlar.

Telecinco, el ombliguismo y la complacencia que se extrae del autobombo literario- carnavalesco, que -por pereza mental- se convierte en incuestionable ideario colectivo cada vez con mayor intensidad, nos están anulando el sentido autocrítico -es más fácil criticar al otro- y, por lo tanto, la posibilidad de avanzar y prosperar. Cuánto se echan en falta aquellas voces que en los ochenta renovaron la chirigota dotándola de mayor compromiso social sin perder sentido del humor y que tanto nos ayudaron a entender, con perspectiva e ironía local, la transformación que estábamos viviendo. Hoy todo suena a pensamiento único, a frases hechas, a agresión gratuita, a modelo repetitivo en los giros lingüísticos; los mismos chistes de suegras y mariquitas. ¿Por qué nunca se bromea sobre el suegro? Cuidado, a mi carnaval que no me lo toquen. Lástima que no se vea que la autocrítica y la autoestima, combinadas de manera equilibrada, ayudan a revitalizar aquello que necesita de soplo vital continuado.

El caso es que ni la ciudad con sus tasas de desempleo, ni sus gestores, ni el carnaval -esa maravillosa oportunidad perdida- parece que vayan a servir de acicate para convertir Cádiz en una ciudad de futuro. Y a lo mejor ni falta que hace; pues la verdad es que, a pesar de todo, en Cádiz se vive muy bien.