LA CRÍTICA

La princesa poseída

Momentos de genialidad, abanderados por el duende de La Argentinita y LorcaRafaela Carrasco bordó su memoria bailada del repertorio popular de los años 30

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Acordarse del pasado, revivirlo, probarlo, saborearlo y donarlo. No se puede pedir más. Rafaela Carrasco escogió bien. Lo hizo con la idea original, con el vestuario, con el cuadro de baile, con la retaguardia musical, y cómo no, con lo suyo. Y es que es ésta una prueba de que no sólo se precisa talento para combatir contra el escenario. Jugó y ganó la batalla.

Se enfrascó en un repertorio que a priori podía parecer repetitivo y previsible, como lo es tratar la temática lorquiana en el flamenco. También recurrir al diálogo musical del poeta con la danza y el cante de la Argentinita, pero las bazas con las que contaba Rafaela le dieron el apoteósico triunfo. Conceptualmente soberbio, en cada escena, en cada paseo, en cada registro corporal. Zorongo gitano le dio la entradilla para danzar bajo el foco acosador que la seguía, en tanto que el cante de Gema Caballero, con un registro musical de corte laino, del todo acertado para invocar el duende, Encarnación López discurría entre los melismáticos versos del poeta, y los sonidos de las teclas en las manos de Pablo Maldonado. El entendimiento entre ambos fue máximo.

En forma de peteneras el anda jaleo sonó en la desgarradora voz de Antonio Campos, con un remate final de infarto. Carrasco discernía entre la verticalidad de su figura y la pulcritud de su estampa. El cuerpo de baile abordó las sevillanas del siglo XVII con bata de cola color galáctico, brillantes en los modos y con un aire guasón. De nuevo la voz de Caballero en los 'Cuatro muleros' para, acto seguido, dar el sitio a la protagonista, de blanco, enfrascada en un paso a dos musicalmente guiado por las guitarras de Jesús Torres y 'Canito'.

Una nana deshojó la danza clásica de Rafaela, que utilizó un mantón como nexo de unión entre ella y su contrincante. 'Romance de los Peregrinitos' y 'Café de Chinitas' mostró al grupo dancístico, que finiquitó la pieza con una imagen similar a la del archiconocido botellín de Tío Pepe. Los zapateados se sucedieron entre actos, tanto por el grupo, como por la sevillana. Sístole y diástole del compás en cada secuencia. La bata de cola en la siguiente situación sólo pudo ser indescriptible, con las telas hondeando a su antojo. Y es que el juego de luces unido al suelo encriptado a modo de celosía acabó de rematar el concepto que nos presentó. Voz en off de la Argentinita y espectacular final con zapateados de equilibrada expresividad, exquisitos visualmente, deliberando el camino hacia la frontera de lo oscuro, de lo infinito. Sea una de esas obras que acaudalen trofeos allá donde vayan. La exquisitez hecha baile.