Pellegrini charla con sus jugadores un día después de la goleada ante el Villarreal. :: EFE
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La metamorfosis 'merengue'

La indignación tras la derrota del Real Madrid en la Liga de Campeones da paso a los halagos y la ilusión con la goleada liguera al Villarreal

MADRID. Actualizado: Guardar
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El ambiente que se respira en el Real Madrid ha dado un giro de 180 grados en tan sólo cuatro días. De la decepción y humillación sufrida ante el Olympique de Lyon en la 'Champions', las dudas sobre el rendimiento de Kaká e incluso la sensación de que Pellegrini estaba aislado, sin apoyo de la directiva y más fuera que dentro del club, se ha pasado a un estado de euforia gracias a la goleada frente al Villarreal, con Kaká marcando a pares y un Bernabéu dichoso con el juego de su equipo. Toda una metamorfosis provocada por un hombre: Cristiano Ronaldo.

La prensa se encargaba este lunes de ensalzar la figura del portugués: «Cristianato» (AS), «Dios vestido de CR9» (Marca), «se anuncia una nueva época del Madrid»(AS). El luso deslumbró en la victoria ante el 'submarino amarillo' por su talento único para lanzar las faltas con un golpe seco, plano, que impide al balón hacer parábola alguna y lo transforma en un misil. Por su velocidad endiablada para desbordar por la banda. Por su inteligencia para asistir a sus compañeros cerca del área y por su solidaridad con Madeira, su tierra natal, en momentos tan difíciles.

El extremo luso revolucionó al Madrid en un día, pero su extraordinario rendimiento no se limita al choque del domingo. Sus números en la temporada son de escándalo. Ha marcado 12 goles en apenas 14 partidos, es decir, sale a 0,85 tantos por encuentro. Un dato que no alcanza ni siquiera Leo Messi, actual 'Pichichi' de la Liga. El argentino lleva 16 dianas en 20 partidos, esto se traduce en 0,80 goles por encuentro. Villa, el segundo en la tabla de artilleros, lleva una media de 0,71. En el Madrid tan sólo Higuaín se aproxima a la media de su compañero con 0,82.

Ambición sin límites

Cristiano Ronaldo disfruta de estas cifras espectaculares a pesar de haber disputado sólo el 60% de los partidos ligueros debido a lesiones y sanciones. Unos números que empiezan a amortizar los 94 millones de euros invertidos en su traspaso. Pero el portugués se exige más. Nunca ha ocultado su deseo de ser recordado como uno de los mejores jugadores de la historia. En sus estantes lucen los mayores premios individuales: el 'FIFA World Player' y el 'Balón de Oro'. También recuerda con orgullo la Liga de Campeones que conquistó con el Manchester United en 2008. Pero su ambición no conoce límites. Esa misma que le turba cada vez que falla una ocasión. O la que le obliga a torcer el gesto cuando un compañero le impide lanzar un penalti.

Pero el fútbol es una montaña rusa de lo más imprevisible. Los ídolos se convierte en villanos y viceversa en tan solo 90 minutos. La alegría se transforma en frustración, o las críticas en halagos en función del resultado. Si el Real Madrid es incapaz de remontar ante el Olympique de Lyon, el ultimátum volverá al banquillo, los silbidos a los futbolistas de un Bernabéu desilusionado ante tanto derroche millonario sin recompensa y el dramatismo a las portadas de los periódicos. Es la ley del deporte rey.