Imagen: Alberto Ferreras / Óscar Chamorro | Vídeo: Virginia Carrasco
REPORTAJE DE SUCESOS

Tan cerca de la droga, tan lejos de la sociedad

A tan sólo 15 kilómetros del centro de Madrid se encuentra el poblado de El Gallinero, el único asentamiento chabolista de población de origen rumano en la capital

MADRID Actualizado: Guardar
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Allá por el año 2004, los gitanos rumanos alojados en el campamento conocido como el de Los Canteros cogieron sus pocos enseres y se trasladaron a este antiguo gallinero destartalado cerca de la Nacional III, donde actualmente sobreviven alrededor de 400 personas en condiciones de vida insalubres.

No pertenece a la Cañada Real, conocida por integrar dentro de su área al mayor supermercado de adquisición y consumo de droga de la ciudad, aunque se encuentre cerca, a apenas unos metros.

En El Gallinero, un colectivo heterogéneo coordinado por Francisco Pascual aglutina a voluntarios, organizaciones como la Cruz Roja y miembros de la Comunidad de Madrid, que acuden cada mañana desde hace casi diez años para garantizar al menos la escolarización y el transporte de los mas pequeños del poblado.

“No queremos que cambien la cultura”, puntualiza Sara Nieto, voluntaria que acude a El Gallinero desde hace tres años. “Queremos que aprovechen lo bueno, que tengan recursos. Que sepan leer, por ejemplo, ya es un paso. Y hay que intentarlo con la nueva generación”.

Lo dice con la convicción de quien lleva años en una lucha solidaria que comenzó, en los 80, dentro de la organización Madres contra la Droga y que ahora, en otro ámbito, traslada a las jóvenes generaciones de El Gallinero. Está convencida de que a través de la educación, comienza la integración, una forma de actuar que comparte Francisco Pascual. “La gente de El Gallinero tiene un potencial de aprendizaje brutal. Cuando se les dedica tiempo y atención, se vuelcan”, afirma mientras organiza las clases de refuerzo escolar que se dan por las tardes en un barracón situado junto al poblado.

Toda iniciativa es poca. La tarea es grande, y es labor de años, pero muchas son partes implicadas aunque, en ocasiones, con distinto compromiso. “La solución a esto tiene que venir de Europa”, argumenta Francisco. “El Ayuntamiento lo que quieren es que marchen. No lo habla claramente pero lo dice con sus acciones”, afirma, aludiendo a las ejecuciones judiciales que periódicamente se ejecutan en el poblado y que finalizan con el derribo de las chabolas y sus habitantes en la calle. “Son ciudadanos tan europeos como nosotros que tienen derechos. Derecho a la educación, a una vivienda, a la sanidad... Desde la lucha por defender esos derechos nosotros seguimos a su lado”.

En muchos casos se fracasa, pero en otros tantos la alfabetización consigue una estancia digna y permanente para unas pocas familias. Mucho se ha conseguido pero el camino, aunque largo, tortuoso e incierto, es esperanzador.