Una tragedia que da la cara

Marcadas de por vida

La mayor parte de los casos de mujeres que son agredidas con ácido responden a violencia intrafamiliar

MADRID Actualizado: Guardar
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El caso de María Ángeles, la joven que hace dos semanas fue rociada con ácido en la cara por un desconocido, ha desatado de nuevo las alarmas. A pesar de que la víctima afirmó que su marido (del que está en trámites de separación) no era el autor de su agresión, interpuso una orden de alejamiento contra este tras ser ingresada en el hospital de La Paz. Özgür Dogar, de nacionalidad turca, ingresó en prisión sin fianza la semana pasada. Ahora se investiga si Dogar envió a alguien para que cometiera la agresión.

Los peores ataques de este tipo se registran en el sureste asiático, el África subsahariana, India y Oriente Medio y además el aumento de mujeres atacadas con ácido en América Latina es toda una realidad. Entre estos, extisten casos dramáticos como el de una joven argentina de 18 años a la que su novio de 38 años prendió fuego. O el de Gloria, una mujer colombiana, fue rociada con ácido por un desconocido. Cuando ocurrió este hecho acababa de finalizar su relación con su pareja. A pesar de ello, él no ha sido detenido por su vinculación con el suceso.

Escenas que resultan tan escalofriantes como las del ataque a la iraní Ameneh Bahrami fue rociada con ácido tras rechazar a su agresor. Quedó ciega y desde entonces, ha superado un total de 24 operaciones para reconstruir su rostro en ocho años. La semana pasada afirmó en un programa de televisión haber perdonado a su verdugo al que no quiso aplicar la ley de talión a pesar de que permanece en prisión. Una de las declaraciones más impactantes de Ameneh fue cuando señaló: "Mi agresor ha vuelto a decir que se quiere casar conmigo". Además, aprovechó el momento para mandar un mensaje de esperanza a María Ángeles.

La Asociación de Mujeres Beatriz Cienfuegos condena acontecimientos como el de María Ángeles. “Creemos que la sociedad en su conjunto debe mostrar su repulsa hacia hechos tan atroces como el que ha tenido lugar” apuntaba Susana Martínez Novo, Presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres. “Al atentar contra una mujer se atenta también contra el resto de las mujeres cuyas secuelas, como en este caso, van a dejar una huella indeleble en la vida de la víctima y en la memoria de todas nosotras”, concluía.  

La vida de la joven belga Patricia Lefranc no ha vuelto a ser la misma desde que su novio la rociara la cara con ácido sulfúrico. Aunque el final de su historia no es feliz -puesto que va tener secuelas físicas y psicológicas de por vida-, sí lo podemos calificar de esperanzador. Su ex pareja, Ronald Remes, fue condenado recientemente a 30 años de prisión. Todo el peso de la ley debería recaer sobre estos criminales que, únicamente buscan provocar el mayor daño posible. Desgraciadamente este es uno de los pocos casos en los que existe un castigo contundente para el agresor.

1.500 agresiones al año

Al año se producen al menos 1.500 agresiones por esta causa. Más del 80% lo sufren mujeres. Los verdugos (mayoritariamente hombres) son habitualmente parejas, ex parejas o personas del entorno de la víctima. Las secuelas que padecen no son sólo físicas sino también psicológicas. Estos casos tan dramáticos que, en la actualidad se producen con mayor asiduidad, van más allá de lo que conocemos por violencia de género.

El 40% de agredidas no supera los 18 años. Sus agresores no sólo pretenden causar un daño físico sino también psicológico. El motivo que les lleva a cometer estas agresiones es el rechazo de sus víctimas. La mayor parte de ellas, tienen miedo y deciden no denunciar. Tal y como señala María José Alcalá, jefa de la sección de Violencia de ONU Mujeres “muchas deciden callar por miedo a que los familiares del agresor o su entorno se venguen”, por ello es difícil cuantificar el número exacto de mujeres que sufren este tipo de ataques que les marcarán de por vida.