TENSIONES INTERNACIONALES

El ciberataque de Obama contra Irán

El presidente de EE UU ordenó en los primeros meses de su mandato la creación de virus informáticos para sabotear las instalaciones nucleares de Teherán

MADRID Actualizado: Guardar
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Era un secreto a media voz hasta que ‘The New York Times’ reveló los detalles de la guerra cibernética de Estados Unidos contra Irán. Según la información, que cita fuentes de de la Casa Blanca, el presidente Barack Obama ordenó durante los primeros meses de su mandato que se llevaran a cabo operaciones encubiertas contra los sistemas informáticos iraníes para sabotear sus instalaciones nucleares.

La decisión habría sido fruto de una reunión previa a la toma de posesión en la que su antecesor, George W. Bush, le habría puesto al corriente de dos estrategias en curso que se consideraban vitales para la defensa estadounidense: la utilización de drones (los aviones no tripulados que tan buenos resultados le están aportando a la lucha contra el terrorismo) y la ciberguerra contra Teherán, denominada con el nombre clave de ‘Juegos Olímpicos’. David Sanger, un experiodista del ‘New York Times’ ha publicado esta semana un libro ‘Confront and Conceal: Obama's Secret Wars and and Surprising Use of American Power’ en el que recoge detalles inéditos de esta guerra secreta que se lleva a cabo desde 2006 contra el régimen iraní. Una guerra incruenta, sin tropas sobre el terreno, pero con un gran despliegue de recursos económicos e informáticos para alcanzar un objetivo muy definido: destruir el programa nuclear de los ayatolas. Según Sanger, desde la época de Lyndon Johnson y la selección de objetivos a bombardear en Vietnam del Norte, nunca se había visto a un presidente tan implicado en una operación contra un país extranjero. Obama, según estas revelaciones, exigió un informe semanal sobre el estado de la ofensiva en curso y dio su aval a todos y cada uno de los ciberataques emprendidos.

Expertos estadounidenses e israelíes elaboraron un programa espía conocido como Stuxnet que fue infiltrado en las instalaciones nucleares iraníes de Natanz, a 250 kilómetros al sur de Teherán con objeto de piratear dato. Partiendo la información obtenida los programadores crearon un virus que se introdujo en los sistemas de control de las centrifugadoras de uranio, inutilizando a 1.000 de las 5.000 que tenía Irán en funcionamiento.

El salto a la red

Sin embargo, en verano de 2010, Stuxnet saltó de forma involuntaria a Internet, aparentemente a través de un portátil o de un ‘pen drive’ de uno de los empleados de Natanz. Este fallo, lejos de amedrentar a la Casa Blanca, impulsó al presidente Obama a autorizar nuevos ciberataques a través de un virus mucho más perfeccionado que los anteriores llamado Flame. El daño y caos causado en el complejo de Natanz y en los laboratorios iraníes provocó, según las fuentes consultadas por Sanger, un retraso de año y medio a dos años en el programa nuclear de Teherán.

Flame fue descubierto por los equipos de Karspersky Lab, la empresa rusa de antivirus que acudió tras la denuncia de las autoridades iraníes. Según los primeros análisis, los creadores de este nuevo virus han evitado que se pueda propagar con facilidad e infectar un gran número de ordenadores como sucedió con Stuxnet. Sin embargo, le han dotado de nuevas y espectaculares prestaciones. Es capaz de encender el micrófono de un ordenador para grabar las conversaciones cercanas, puede escanear los móviles próximos y acceder a su memoria. También captura los correos electrónicos, pantallas y mensaje así como las claves y contraseñas. Según ha explicado un empleado de Kaspersky a la revista especializada ‘Wired’, Flame es un virus gigante del que solo se conoce una pequeña parte: “Habrá que trabajar al menos diez años para comprender toda su mecánica”.

Hasta el momento no hay pruebas de que haya alguno o varios Estados en el origen del virus, pero todas las miradas se dirigen hacia Estados Unidos e Israel, sobre todo tras las filtraciones del ‘New York Times’. Estas revelaciones han disparado también todas las alarmas ante la posibilidad de que a medio o largo plazo, este u otros virus, se conviertan en una suerte de ‘Gran Hermano’ de todas nuestras actividades, no solo en la red sino dentro de nuestro íntimo entorno vital, hoy absolutamente dependiente de los artilugios electrónicos, móviles y ordenadores. La herramienta ya existe.