Tradiciones de verano perdidas

No quedan noches de verano

De las decenas de cines de verano que existían en la provincia, todos han cerrado y solo subsiste uno en Zahara

JESÚS A. CAÑAS
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La impresionante Faye Dunaway, tiznada de negro, luchaba en la cima de un rascacielos con irreales llamas. A su lado, el genial Paul Newman hacía las veces de ‘muchacho bueno’ en un ‘Coloso en llamas’. De pronto, sobre el cardado pelo de Dunaway algo aparecía, ¿qué era? En el crepitar de las pipas y los piñones, las voces y los aplausos, el extraño ser se asustaba y se movía inteligentemente a su escote. Era la salamanquesa de turno, al calor de la blanca cal de la pantalla (delimitada por líneas negras) la que se movía de acá para allá, pasando de artista no invitada a protagonista absoluta. Tampoco importaba demasiado, porque la mayoría de los presentes ya había visto la famosa película de catástrofes.

Porque a ese cine al calor del termómetro y la fresca de la noche estrellada, no se iba solo a ver películas de «reestreno». Se iba a que los niños se orearan mientras una mano furtiva se deslizaba por la pierna de la parienta. Se iba a sobar a la Chelo, hasta donde se dejara y en los límites de la puritana decencia del momento. Se iba buscando la esquina concreta de la buganvilla y la palmera porque, aunque restara visibilidad, hacían más auténtica la experiencia. Por ir, se iba hasta a pedirle salir (o matrimonio) a esa chica que se cortejaba. Porque no había verano sin sus cines, ni cines sin la llegada del buen tiempo. 

Toda la Bahía lo sabía bien. «El nivel de los cines de la provincia era muy bueno», reconoce el que fuera propietario del Cine Brunete, Manuel Casado. Su cine fue de los últimos en caer en la capital y, con su marcha en 2003, consumó la muerte de un formato que ya había comenzado a languidecer en la provincia entera una década antes.

Lo cierto es que el Brunete de la familia Casado se fue por la puerta grande y con un importante éxito. Con El Caleta ya cerrado, la familia concentró sus fuerzas en el Brunete, dividió su gran sala primero en dos y luego en tres. «Fue uno de los pocos cines de verano que tenía sonido dolby», reconoce Casado. Igualmente, el dueño trabajó incansablemente para acortar los plazos de los reestrenos. «Llegó un punto que recogía las películas del mismo cine de Cádiz», explica Casado. Incluso estrenó otras como ‘Marea Roja’ o ‘Jungla de Cristal 2’. Para el haber de su gestión, queda que ‘Titanic’ tuviera más éxito en el reestreno en su cine que en los generales en la capital. Y eso que el Brunete pasó su particular calvario con los duros problemas con la droga que vivió el barrio de Trille en los 80. El mal ambiente hizo que dejaran de ir las familias, hasta que la construcción de nuevas promociones de viviendas mejoró el barrio. Pese a la popularización de los vídeos domésticos a finales los 80 que «supusieron un duro golpe a los cines», el Brunete recuperó su esplendor. De hecho, su muerte vino por una operación urbanística que sustituyó a las antiguas bodegas Abarzuza y al espacio por viviendas. 

Ese 2003 el cine de verano cumplió 47 años, desde que se creara en 1956. Hoy tendría 59 veranos, los mismos años que tiene el que fuera su dueño, Manuel Casado. Él sabe bien todo el mundo que rodeaba a estos cines. Y lo recuerda con añoranza: «Aún hoy, personas me paran por la calle para hablarme de sus vivencias. Incluso un señor me recuerda siempre que, bajo la palmera del Brunete ,se prometió con su mujer». 

Manuel Rodríguez Gallardo era operador en Ideal Cinema, uno de los tres que tenía Chiclana. Allí trabajó la última década antes de su cierre en 1984. Casado achaca la pérdida a la aparición de los vídeos caseros y las propias operaciones urbanísticas, mientras que Rodríguez reconoce que llegó un momento que «era insostenible para la familia que lo gestionaba, solo daba para pagar a los trabajadores». E Ideal Cinema dijo adiós, aunque en la mente de Rodríguez no lo ha hecho. Recuerda el aroma del pescaíto frito que se llevaba la gente, el crujir de las pipas y los piñones o el vasito de casera. No se olvida de los malabares que tenía que hacer para que la película se viera bien. «Llegaban muy estropeadas y, a veces se rompían. La gente con la guasa nos gritaba que dejáramos la botella», rememora Rodríguez divertido. 

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Espacios en familia

No eran espacios para la elegancia o la distinción, sí para pasarlo bien en familia. De hecho, Casado intentó que en el Brunete triunfaran las tapas de la barra y, al final, desistió en que cada cual se trajese su comida. Aunque sí puso mesas. Rodríguez recuerda como en Chiclana se vivía una pauta social: «La gente venía recién duchada, con su ropa de por las noches, después de haber pasado el día en la playa».  

También estaban las parejitas que «aprovechaban al final, a la segunda película, para hacer manitas». A Rodríguez le tocaba ir a cortarles el rollo, a agobiarles para que se fueran con la cháchara a otra parte. El proyector se apagaba y la salamanquesa se iba hasta la noche siguiente. Son recuerdos de lo que se fue en toda Andalucía. Hoy es una tradición que «funciona muy bien en el Levante». En la provincia, como recuerda Casado, solo subsiste a duras penas el cine de verano de Zahara de los Atunes, gestionado por José Ángel Prieto.

Pero la provincia estaba repleta de estos espacios. Solo la capital tenía el Brunete, el Caleta, el Terraza (en la plaza Guerra Jiménez), el Maravillas (en la espalda del Hospital), el España (con la mayor pantalla) y el Mar. En El Puerto, era el caso de los cines Orpheo, Macario, España, Cinema Puerto o Playa. En La Isla se recuerda aún  a los cines San Fernando (de los más grandes de Andalucía), Marqués de Varela, Madariaga... En Chiclana, además de Ideal Cinema, Arroyuelo y Jardín protagonizaban las noches de verano. En Conil era famoso el cine Playa. En Jerez, los más mayores no se olvidan del Delicias. En Barbate ocurría lo propio con el cine Terraza y el Puerto. En todos se repetían las pautas sociales de pantalón corto, vaso de Casera o Mirinda y de jóvenes regindados en balcones y azoteas cercanas. En todos (en algunos más que en otros), oír la peliculera despedida de ‘Casablanca’ bien dependía de si soplaba levante o poniente. 

Todos se fueron por culpa de los videoclubs para ahora añorarlos e intentarlos recuperar de mano de la iniciativa pública. No hay ayuntamiento que no ofrezca hoy cines de verano: Cádiz, Chiclana, Conil, El Puerto ofrecen películas gratuitas de reestreno. Sin ir más lejos, Casado se ocupa de estas proyecciones en Algeciras y Cádiz. En ambos, cosecha importantes éxitos. De hecho, en Algeciras este verano consiguió un lleno de 2.500 espectadores. «Me parece muy bien que los ayuntamientos sean los que mantengan hoy en día la tradición», explica Casado. 

Sin embargo, el empresario duda qué hubiera sido de los cines si se hubieran mantenido abiertos: «El Brunete habría conseguido aguantar unos años más pero hoy hubiera muerto por culpa de la piratería». Quizás el cambio social hubiera hecho también mella. Porque los cines de verano eran hijos de un tiempo pasado, de una sociedad ni mejor ni peor, pero sí tan ingenua y atenta como para ser capaz de reunirse para apreciar el arte proyectado en un muro de cal, marcado por una línea negra.

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