opinión

Regalos

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Superada ya la edad de la ilusión, la mía propia y también la de mis hijos, salgo no obstante a contemplar el paso de la cabalgata de Reyes arrastrado quizás por la entrañable inercia del recuerdo.

Los niños no son conscientes de ello, pero los Reyes Magos de hoy en día se han convertido en mercenarios al servicio de los grandes poderes que mueven al consumo y calculan sus victorias en base a las cifras de ventas. Con la crisis, no obstante, sus carrozas pierden prestancia cada año, sus séquitos reales se ven reducidos y hasta sus barbas parecen más postizas.

Qué lejanos parecen ya aquellos tiempos en que los Reyes nos traían todo lo que le pedíamos, incluso juguetes envenenados que no nunca llegaron a figurar en nuestras cartas, regalos de niños ricos que nos hicieron creer en un mundo de fantasía. Por ejemplo, hasta Medina, Sus Majestades de Oriente, por medio de sus pajes, nos enviaron una magnífica piscina cubierta convenientemente climatizada que, al día de hoy, casi nadie utiliza. Nos trajeron una segunda planta para el Mercado de Abastos que, sin entrar en su carácter de atentado urbanístico, presenta muchas goteras con respecto a su uso y rentabilidad. Nos trajeron también un segundo campo de fútbol que espera a que tengamos equipo cuando menos de tercera división para poder utilizarlo. Tuvieron a bien enviarnos un estupendo Teatro Municipal al que ciertamente se le está dando uso, pero de muy costoso mantenimiento en relación a la capacidad de las arcas municipales. Nos trajeron una ostentosa fuente con togado romano y columnas dóricas cuyos chorros hemos tenido que reducir y sus luces solamente encender en fechas muy señaladas.

Si multiplicamos estos regalos superfluos por los miles de pueblos de parejo número de habitantes de nuestra geografía patria, lo incrementamos convenientemente en las grandes ciudades y capitales de provincia y lo multiplicamos todo por el coste de estas obras absolutamente prescindibles, quizás nos saldría una bonita suma de dinero que convertiría dejaría a este despiadado huracán de la crisis en simple borrasca de verano.

Ahora los Reyes, independientemente de cómo nos hayamos portado, sólo reparten puñados de caramelos baratos y siempre nos traen carbón. El carbón de los desahucios, el carbón de los bancos de alimentos, el carbón del paro y de los recortes salariales. Se fueron ya los Reyes Magos.