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LA ESTÉTICA ABATIDA

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Georg Luckács aseguraba que no existe estética sin ética. Lo creo; como así también creo que no existe ética sin estética. Los desequilibrios en las esencias y sentidos trascendentes de los aconteceres, de los devenires, infligen un demoledor daño a la paz, tanto aquella referida a la beligerancia y sus espacios, como a la que se salvaguarda en los actos sosegados, apacibles. No estamos hablando, como ven, de moral, esto es, de costumbres, sino de Ética sustancial y sustantiva la que resulta ser un anhelo translúcido, que aspira a convertirse en una moral, en una rutina prodigiosa. La institucionalización de la inmoralidad, a poco que sigamos remando a la alocada deriva, llegará pues a consolidarse como moral de la inmoralidad, mas nunca, podrá erigirse en canon ético; en una Ética rectora de carácter solemne. En una arquitectura social trasparente y rutilante.

El que la crueldad bélica esté poniendo en grave riesgo los patrimonios de nuestros ancestros, en Alepo, Damasco, Basora o Palmira, en toda Siria, responde a un drama de desmedido riesgo, pues añade al horror de la muerte de decenas de miles de nuestros parientes, abatidos por la inmisericorde barbarie, el de contemplar como indefensas joyas como el Crac de los Caballeros o el Castillo de Saladino, estén a merced de una venganza sanguinaria que termine por abatir la estética por la abatimiento previo de una ética que impulse a la vida humana a convertirse en una loa de la fraternidad. Que la Ética se convierta en una liturgia ceremonial, confesional o no, que acoja en su seno a todos los vestigios morales, a todas las culturas, debería ser el empeño cotidiano de todos aquellos que se dedican a la política. Debía ser el rol de todos los Estados y Naciones, de todos aquellos que se consideren capaces y capacitados para respetar y para hacerse respetar.

Contemplar la estética avasallada, zaherida, atribulada, esperando inerme a que la abata un obús debiera afligirnos e impulsarnos a convocar la insumisión. La sangre de los nabateos, de los fenicios y cartagineses, conforman núcleos emocionales pares, gemelos, armónicos musicales capaces de alzarse ante la cruenta injusticia y el oprobio a la sangre inmaculada de los pueblos. Cualquier afrenta a la Ética afecta al equilibrio de cada una de las columnas de Palmira. El minarete de la mezquita omeya de Alepo no ha sido abatido únicamente por un bazooka, sino por un conjunto de perversiones y bastardas manipulaciones de la Ética que quieren exculparse inculpando. Cuando se abate el patrimonio histórico, material e inmaterial, cuando se agrede con saña a los valores y principios de la Ética sustantiva y sustanciosa, se está propiciando en hundimiento de la sociedad entendida como crisol de todas las corrientes de la concordia y sus edificaciones.