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Dinamismo y procratinación

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Por fortuna, quizás por soportable infortunio, he trabajado muchos años en países habitados por naciones atribuladas, donde se sufre mucho contemplando muy de cerca los efectos de la postración supina y, en compensación, disfrutando intensamente al comprobar lo que en estos calvarios de dolor surrealista triunfa el alivio de una caricia bien intencionada. Una caricia sin manipular por el fariseísmo populista. Pero como quiera que también he trabajado muchos años en países de economía muy desarrollada, creo haber criado cierto instinto emocional para evaluar los riesgos de deriva de la sociedad hacia la demencia.

La especie humana que habita en Somalia dista mucho de comportase como la que habita en Suiza, mas no por pertenecer a distintas culturas, sino por la muy distinta capacidad que tienen para habitar en la esperanza. El tener acceso a la educación, a la salud, a las garantías de la democracia, ya le confiere al vaquero suizo atributos de espécimen superior en referencia al vaquero somalí, si bien éste último puede manejar ganado con la misma eficacia en los pedregales del desierto del Ogadén, que en los mullidos pastizales de Gruyère y no así al contrario. Se diferencian por su capacidad de intervención en la configuración de su destino.

El ser humano es un compendio de habilidades, cognitivas y no cognitivas, ejercidas con mayores o menores dosis de talento natural, requiriendo para su ejercicio tener acceso a la emotividad y el dinamismo. Las etnias atribuladas de países como mi querida Somalia trashumante, viven sin conocer los dones reconfortantes de la esperanza que conduce a la motivadora fantasía. Contemplan la vida desde una sima rutinaria, anodina, desde la interpretación inane de la esencia y la existencia.

Este estado de nihilismo se debe a la morbidez emocional, a la absoluta falta de pasión y a la procrastinación. Esta dolencia no clínica, aunque puede llegar a serlo, es, en esencia, un trastorno del comportamiento que impulsa al que la padece a postergar cualquier acción que debiera ser acometida por asociar esa acción a realizar con el cambio circunstancial, con el dolor o la incomodidad. La tendencia a la posposición puede fundarse en trastornos de índole psicológico, físico o intelectual, pero en cualquier caso generando grandes dosis de ansiedad y frustración; conjunto de tensiones que llamamos estrés.

La inacción, la indolencia, la pasividad, la inhibición, la irresponsabilidad, son vicios del subdesarrollo moral y, por ello, económico. Son lacras de la falta de salud moral, ética y educativa, que nos aleja del dinamismo emprendedor. Procrastrinar la regeneración integral de la vida social, nos aboca a la miseria vecina del suicidio espiritual impropio de Europa, la que debiera ser el crisol de todas las esperanzas de redención de los menesterosos indefensos. Hay que convocar al dinámico genio de la mujer y ponerse en marcha.