ENMIENDAS AL PARADIGMA

Debates con trampa

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Sólo desde el reconocimiento de la existencia de unas estructuras sociales anómalas, basadas en la manipulación, el dominio y la coerción, es posible explicar la persistencia de las hirientes desigualdades actuales en el contexto de sociedades llamadas liberales o democráticas. De ahí que sea precisamente en nuestras sociedades supuestamente avanzadas donde se hacen más evidentes y manifiestos los síntomas de hartazgo ante la deriva que está tomando nuestra democracia realmente existente. No deja de ser desalentador que el ideal democrático continúe siendo, a estas alturas, una utopía lejana. Y es que para las elites que ostentan el poder real, la democracia (ahora lo estamos viendo) ha sido una mera fachada con la que prestigiar un sistema que, aunque legal (sustentado en los textos constitucionales), lleva camino de convertirse a todas luces en ilegítimo. Porque, ¿cómo es posible pretender la legitimidad de un sistema que, lejos de restaurar la brecha existente entre sus miembros, mantiene y aun agrava las desigualdades?

La respuesta a esta pregunta se quiere soslayar, por parte de los más beneficiados por el 'statu quo' vigente, mediante todo tipo de subterfugios, dilaciones y justificaciones. Una de estas estrategias de dilación consiste en la puesta en escena de debates artificiales, irrelevantes, innecesarios, con la intención de ocupar espacios (mediáticos, políticos, sociales.) que se sustraen así a la concurrencia de la ciudadanía. Ciudadanía que, por otra parte, menospreciando la actividad de los políticos, acaba desentendiéndose de todo aquello que no sea su realidad más inmediata, abrumada y exhausta como consecuencia de ese cambalache que quiere hacerse pasar por verdadera política.

Si nuestras democracias realmente existentes fuesen suficientemente democráticas, se estaría favoreciendo el más necesario de los debates: identificar, distinguir y separar, de entre las propuestas y demandas de todo tipo que en estos días se hacen, aquellas que persiguen la preservación del poder por parte de los que han venido detentándolo hasta ahora, de aquellas otras que tienen como objetivo reducir las desigualdades, impedir las injusticias y desplazar el poder de decisión desde unas pocas manos dudosamente legítimas a las que verdaderamente corresponde: las del pueblo. Eso es democracia, y lo demás, debates para distraer, confundir y eternizar los privilegios.