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PROTEGIDOS

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Uno de los estrenos más llamativos de los últimos días ha sido la serie española 'Los protegidos', en Antena 3. Tuvo un buen índice de audiencia -habrá que ratificarlo en la segunda emisión- y ha despertado expectativas optimistas en la cadena. ¿De qué se trata? Buena pregunta. A mí -ya lo escribí aquí- 'Los protegidos' me parece una mezcla de 'Los Serrano' y 'Entre fantasmas'. Coge usted el ambientillo cañí de 'Los Serrano' con su sello de familia de aluvión, lo envuelve en temáticas paranormales, y le sale 'Los protegidos'. Por ahí he leído exactamente la misma definición del producto, lo cual demuestra que la combinación es demasiado evidente. Y mezclar atmósfera neocostumbrista y tema paranormal, ¿es bueno o es malo? A priori, ni una cosa ni otra. El mestizaje es arriesgado, como todos. A los amantes de lo paranormal, que siempre constituyen una buena porción del público, el 'serranismo' de la serie les parecerá inconveniente. Por el contrario, a los 'serranistas', un grupo aún más numeroso, todas esas zarandajas espectrales les resultarán insufribles. Equilibrar una cosa y otra es un auténtico encaje de bolillos para los guionistas. Visto el primer episodio, no parece que la composición sea propiamente magistral. Bien es cierto que los primeros episodios, en este tipo de teleseries, suelen perder más tiempo en presentar a los personajes que en plantear la historia, así que quizás el juicio sea precipitado. Pero a propósito de personajes: los retratos de los protagonistas son tan esquemáticos, tan elementales, que resulta aventurado augurarles el menor éxito. Esto tiene que ver con la artificialidad cada vez mayor de nuestras teleseries: los guionistas construyen a sus personajes pensando en adaptarlos a un segmento preconcebido del público (las quinceañeras, los abuelos, las mamás...) con finalidad exclusivamente comercial, para que 'vendan'. En el caso de 'Los protegidos', un ejemplo claro es el de la pareja adolescente: Sandra y el Culebra. O sea: lo de siempre, con envoltorio mixto. Hastío.