ESPAÑA

Zapatero aprende de Aznar

El presidente del Gobierno intenta evitar los males que acosaron al líder popular cuando España afrontó la presidencia de turno de la UE

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El gran error de Aznar fue comprometerse a limitar su mandato a ocho años». Es una reflexión de José Luis Rodríguez Zapatero. Lo ha dicho siempre y lo reiteró el pasado 22 de diciembre en una conversación informal con periodistas durante el cóctel que habitualmente se ofrece en el Palacio de la Moncloa por Navidad. El secretario general de los socialistas creyó que, al no caer en la trampa de poner límites a su estadía en el Gobierno, se ahorraría el tortuoso camino que transitó el PP durante los dos últimos años de su segunda legislatura con la carrera por la sucesión como telón de fondo. Pero, en cierto modo, la historia se repite y los problemas con los que ahora lidia Zapatero se parecen mucho a los que tuvo que afrontar Aznar cuando en el 2002 se hizo cargo de la presidencia de la Unión Europea.

Zapater o no ha dicho nunca que no pretenda estar doce años en La Moncloa, aunque tampoco lo contrario. Y esa falta de definición ha terminado por despertar cierta inquietud interna en un partido que ve claramente cómo la imagen de su líder cae a marchas forzadas en las encuestas, pero también es consciente de lo difícil que resultaría encontrarle un relevo. Nunca un dirigente socialista había tenido tan poca contestación interna como el actual jefe del Ejecutivo. En el último Congreso obtuvo un respaldo del 98%. Y, además, hace tiempo que se acabaron las 'baronías', desde las que antaño se movían importantes hilos.

Hay quien asegura, entre aquellos que acompañaron a Zapatero en su rápido ascenso al poder, que José Blanco «está tomando posiciones para la sucesión», pero no necesariamente de cara a la próxima legislatura. El vicesecretario general del PSOE afirmaba, por su parte, hasta ahora que nunca ha contemplado otro escenario distinto al de la reelección aunque esta semana prefirió no mojarse y se limitó a decir en una entrevista en la Ser que «cuando llegue la hora de la verdad, se decidirá». Esa hora está fijada por el propio jefe del Ejecutivo y corresponde a algún momento de 2011.

Es la misma jugada que intentó Aznar: posponer el debate sobre su relevo hasta estar cerca de los comicios para evitar que una sensación de provisionalidad hiciera mella en su liderazgo o lastrara la acción de Gobierno. El caso es que por más que el líder de los socialistas haya pretendido evitar los males que acosaron a su predecesor, y aunque entre ambos exista un abismo ideológico y formal, el secretario general de los socialistas ha acabado topándose con situaciones similares a las que vivió el ex presidente del PP a estas alturas de su segundo mandato.

Quinielas

Las conversaciones sobre la candidatura a las generales de 2010 bullen entre los socialistas como bullían entre los populares las quinielas sobre quién sería el 'elegido' para suceder a su líder. Y en ambos casos, todo sucede en los prolegómenos de la presidencia europea, justo cuando menos conviene. Siempre ha sido una creencia entre los jefes de Gobierno de la UE que este acontecimiento supone una buena ocasión para asentar el liderazgo y aunque analistas ponen este efecto en cuestión, los gobernantes españoles parecen darle crédito.

El caso de Zapatero será diferente. Está muy condicionado por la aplicación del Tratado de Lisboa, que entró en vigor el 1 de diciembre pasado. El nombramiento del presidente de turno, el belga Herman Van Rompuy, y la alta representante para la política Exterior y de Seguridad, la británica Caherine Ashton, ha activado un cambio institucional que el presidente del Gobierno español debe ayudar a desarrollar con éxito pero que le privará del protagonismo de que antaño gozaban quienes asumían la presidencia rotatoria.

Suele darse por cierto que tanto Felipe González, en 1989, como José María Aznar, trece años después, se consolidaron como hombres de Estado tras haber dirigido sendos semetres europeos calificados de exitosos tanto fuera como dentro de nuestras fronteras. Sin embargo, 2002 fue el primer 'annus horribilis' del líder del PP y, a toro pasado, los miembros de su gabinete admitían que la triunfal presidencia apenas había tenido réditos políticos. «Estuvimos volcados en el ingente trabajo que exige un evento de estas características y desatendimos el frente interno», explicaban.

El Ejecutivo socialista corre el mismo riesgo, con una diferencia: Zapatero no disfrutará de las mieles de sentarse en el G-8, porque el puesto de la UE lo ocupará ya Van Rompuy; tampoco presidirá los Consejos y deberá tener mucho cuidado en sus intervenciones para no incurrir en el debate sobre la orientación general de la UE o su política exterior, lo que podría interpretarse como un intento de arrogarse un protagonismo que ya no le corresponde. Pero tendrá, como tuvo Aznar en su día, ese ansiado encuentro con el presidente de EE UU. O eso pretenden en su gabinete.

Cercanía a la Casa Blanca

Las críticas al ex presidente por priorizar las relaciones con la primera potencia mundial y el aparente antiamericanismo del Zapatero del 2004 ha dado paso a un interés por escenificar su cercanía con la Casa Blanca. El 24 de mayo se celebra en Madrid la cumbre UE-EE UU. En 2002 el encuentro fue al otro lado del Atlántico y, aprovechando la cita, George W. Bush invitó a Aznar a su casa de Camp David. Fue la foto de los pies en la mesa.

El republicano había desarrollado simpatía con el jefe del Ejecutivo español porque compartía su obsesión por la lucha antiterrorista en un mundo agitado por el 11-S. Ahora el Gobierno cuenta que Barack Obama agradeció a Zapatero la decisión de aumentar el contingente español en Afganistán durante la cumbre del clima en Copenhague, e intenta que el demócrata acepte celebrar una reunión bilateral en vísperas de la cita europea.

A priori, la situación interna del país tiene ahora poco que ver con la de hace ocho años. Los populares no tenían que hacer frente a una crisis económica de la envergadura de la actual. Pero ese año ocurrió algo que Zapatero tiene muy presente. El mismo día que acababa la presidencia de la UE, había convocada una huelga general. El diálogo social había saltado por los aires unos meses antes y pese a las reticencias de varios de sus ministros, presentó una reforma de desempleo inaceptable para los sindicatos y, además, la aprobó mediante decreto-ley (el 'decretazo'). Ejemplo a no seguir. El líder de los socialistas siempre lo ha tenido claro. Él también perdió el diálogo social el pasado verano, pero por discrepancias con los empresarios.

Lo que está por ver es qué hace con su gabinete. En el Gobierno y en el partido se da por hecho que, en cuanto pase la presidencia, acometerá una amplia remodelación del Ejecutivo. También en el PP se esperaba a inicios de 2002 y así fue. Lo que estaba en duda, igual que ahora, era el momento: ¿julio o septiembre? Aznar optó por el verano y fue expeditivo. Pensó que así podría recuperar la iniciativa. Lo cierto es que acabó el año peor de lo que lo había empezado aunque en eso también tuvieron que ver la boda de su hija, que acabó con su imagen de austeridad, y la catástrofe del Prestige. En el último trimestre más del 60% de los españoles decían confiar poco o nada en su presidente, según el CIS.