Editorial

Recuperación sin acuerdo

Ni Zapatero ni Rajoy pueden contentarse con esperar a que la economía les beneficie

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La tradicional comparecencia del presidente Rodríguez Zapatero al finalizar el año, y la réplica del líder de la oposición, Mariano Rajoy, fueron ayer la reiterativa síntesis de las posiciones que han venido defendiendo a lo largo de la presente legislatura. La confiada actitud con la que el jefe del Gobierno expuso su visión de la situación económica, señalando que nos encontramos en tránsito entre la recesión y la recuperación, le llevó a sortear dos problemas que persistirán aunque la reactivación se produzca durante 2010: por una parte, el probable incremento del desempleo durante los próximos meses y la incapacidad de nuestro tejido productivo para reabsorberlo en breve plazo; y, por la otra, el lastre que puede representar el déficit público acumulado para avivar la recuperación. La crítica formulada por Mariano Rajoy, quien mantiene que el Gobierno ha dilapidado el año transcurrido, refleja claramente que el PP continuará señalando las carencias y errores del Ejecutivo por encima del carácter ineludible de algunas de sus medidas. Rodríguez Zapatero quiso mostrar un gesto autocrítico cuando se refirió a su obstinada negativa a admitir el término crisis como expresión de un «debate estéril». El problema es que el implacable pulso que libran socialistas y populares ha acabado invalidando toda la reflexión pública sobre la crisis. Es la renuncia partidista al acuerdo lo que impide una discusión razonada y constructiva en torno a las iniciativas que las instituciones deberían adoptar para que España acceda cuanto antes a la recuperación y ésta describa una línea continua ascendente. Ayer, Rodríguez Zapatero se hizo eco de las reformas que en el terreno laboral podrían establecerse a comienzos de año, y mencionó también la posibilidad de un pacto en materia educativa. Se trata de dos de las bases estructurales sobre las que ha de asentarse el cambio en el patrón de crecimiento de nuestro país; las primeras deben operar con efectos inmediatos, mientras que la segunda es de más largo alcance. Pero su eficacia dependerá de que supongan un cambio que pueda sostenerse sobre una modificación en su conducta por parte de los dos grandes partidos. Ni Rodríguez Zapatero puede contentarse con esperar a que mejore la economía, ni Mariano Rajoy con que los hechos le concedan una creciente ventaja en las encuesta.