PAN Y CIRCO

Resignación

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El día amanece gris, plomizo, de esos que no invitan a nada, a quedarse en casa, con un chocolate calentito, bata, pijama y sofá. Cualquier cosa menos ir a ver un partido jugado por dos equipos de la parte baja de Segunda, pero bueno, allí nos fuimos, sin ganas pero fuimos. La gente del Cádiz que en cuanto bajan unos grados la temperatura se pone toda la ropa que tiene, parecía inmovilizada, dándole a la grada una totalidad oscura que avisaba de lo que iba a pasar. El equipo contrario se sumo a la fiestecita y se coló vestido de tabaco y oro según el argot taurino. Vamos de un marrón muy chungo, otro aviso de que esto iba a ser un marronazo. Se puede decir que si marcamos en alguno de los achuchones del primer cuarto de hora todo hubiera cambiado, y creo que es verdad, pues Las Palmas no nos empatan y aunque los dejáramos. Y entonces se hubieran cantando villancicos y esas cosas, haciendo que el respetable se lo pasara bien con las ocurrencias que siempre surgen, pasando olímpicamente de lo del césped. La alegría llegó en el descanso, con todos esos niños correteando detrás de la pelota, supongo yo que en el vestuario se preguntarían el porqué de tanto alboroto, sintiendo incluso algo de envidia. Mientras en las gradas, muchos pedían que se quedaran los niños, pues como lo del empate entre los adultos era seguro, para qué seguir. Gracias a Dios, la Federación, conocedora de que estos partidos hacen perder aficionados, suelen mandar árbitros malos para animar el cotarro, y por suerte el que nos mandó es el peor de los peores. Tiene un mérito equivocarse tanto, lo que el público agradeció, levantándose en alguna ocasión de sus asientos. Algo es algo. Además tuvo la habilidad de complicarnos un poquito la cosa con otra expulsión, lo que convirtió un empate vergonzoso en un punto de oro. Total, otra tarde desperdiciada, otros dos puntos que se recordarán y mucho al final, y lo peor, una resignación total por parte de todos, sabedores de lo penoso de nuestro destino.