EL CANDELABRO

PIMPINELA

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Portada de Isabel Pantoja en '¡Hola!'. Bueno, para ser exactos, semiportada, pues no abarca lo que se dice toda la plana sino que se ve obligada a compartirla con Carmen Martínez Bordíu y José Campos, que están de buen año y ocupan lo suyo, y con los alegres divorciados Villalonga (dos 'ex' que siguen teniendo en común, además de tres hijos, una pasmosa facilidad para rehacer su vida) ¿Será esa portada 'interruptus' síntoma del declive mediático de la Panto? Podría ser. En todo caso, el reportaje interior ocupa casi diez páginas, y en él no se han escatimado poses ni elementos ornamentales (ya claramente prenavideños), como esa chimenea llena de troncos candentes que es la perfecta metáfora del actual estado de ánimo de nuestra tonadillera: está que arde.

Semejante despliegue de estilismo, peluquería, maquillaje, photoshop y 'dientes-dientes' tiene un propósito innegable: darle en los morros a Julián Muñoz. ¿Cómo? Pues con el castigo más cruel que un orgulloso (y la Pantoja lo es) puede infligir a su víctima, fustigándole con el látigo de su indiferencia. «Quiero que Julián se olvide de que existo. Que no me nombre más», pregona Isabel. ¿A qué me sonará a mí esto? Quizá al famoso estribillo: «Por eso vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa y pega la vuelta...» Y ya me parece estar percibiendo el tenue lamento de Muñoz desde un plató: «Jamás te pude comprendeeeeer».

Es triste, lo sé, ver que dos que se han querido tanto (o eso decían) acaben tan 'malamente'. Pero es que por desgracia así suele ser el amor. Empieza como un empalagoso bolero de Armando Manzanero, más tarde, movido por la pasión, se transforma en el arrebatado bolero de Ravel, para finalmente acabar convertido en una inofensiva y monótona melodía de Richard Clayderman. O, en el peor de los casos, en lo que se han convertido Pantoja y Muñoz: el dúo Pimpinela.