LA RAYUELA

Barbate y 'Moby Dick'

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Sin pecar de chauvinismo, creo que vivimos en una tierra tan hermosa que resulta tópico alabar a tal o cual población o territorio. Si afirmo que Barbate es extraordinario habrá quien ponga pegas del tipo no tiene un casco histórico tan rico o espectacular como...». Pero es difícil imaginar nada más bello que el mar turquesa del faro Trafalgar desde lo alto del acantilado o el terciopelo verde del Pinar de la Breña; es muy improbable que una ensenada de plata o una playa como la de la Yerbabuena te sorprenda más o que ese mar de atunes y boquerones que comparte con África, no te enamore para siempre.

Sus extraordinarios recursos naturales chocan de frente con una realidad terrible, la de un municipio que se ha quedado al margen del desarrollo y la prosperidad que han llegado a otros con parecidas características y recursos. Los ciudadanos se preguntan con razón por qué no han conseguido salir de una crisis estructural que dura ya 20 años. En la memoria de los adultos está viva la imagen del mítico cine Atlántico, el más moderno de la provincia entonces, cuando la pesca estaba en su apogeo y no había brazos y manos suficientes para las pesquerías, la almadraba y las fábricas de salazón que daban trabajo y riqueza a la población.

Siempre vivió del monocultivo de la pesca, nunca se desarrollaron otros recursos o actividades. Por ello, cuando Marruecos comenzó a controlar sus aguas, la crisis hizo mella en Barbate y comenzó una larga agonía, que a pesar de las ayudas públicas recibidas sólo ha logrado que sobreviva una pequeña flota de apenas 60 embarcaciones y una almadraba amenazada de muerte. De las 35 embarcaciones de cerco que quedaban, cinco han optado ya por el desguace, la última se llama Moby Dick.

Ni las inversiones en los puertos pesquero y deportivo, el nuevo polígono industrial o el Parque Natural han conseguido traducirse en el suficiente empleo como para reducir las abultadas listas del SAE y cambiar la percepción colectiva de desesperanza. Tampoco ayuda la imagen que los medios han creado injustamente sobre el problema de la droga en Barbate, como si fuera singular o específico y un reducido grupo de delincuentes o desesperados pudiera sepultar a una sociedad trabajadora. Una sociedad civil organizada y luchadora, con multitud de asociaciones y un ejército de jóvenes formados buscándose la vida donde pueden, paradójicamente, incluso en Castellón, de donde en tiempos de bonanza venían marineros a mansalva. Tampoco han beneficiado imágenes facilonas como las de la película Atún y chocolate, con la que la inmensa mayoría no se reconoce.

Pero Barbate no ha tenido suerte, ni con sus empresarios, que nunca apostaron por otro tipo de industrias que diversificaran el empleo, ni con los políticos que la han gobernado, incapaces de sacar adelante ningún proyecto de futuro. Y la nueva corporación, llena de ilusión y proyectos, y con las manos limpias, se ve lastrada por el pasado fardo de la deuda.

La discriminación positiva es en ocasiones la verdadera justicia. Por ello ni la deuda de Hacienda y SS, ni las restricciones del nuevo plan Pesquero, ni la drástica reducción del cupo de atún rojo son asumibles para Barbate que, como una Moby Dick asaeteada por los arpones, se hunde en la desesperanza. Hay que remangarse y remar al unísono.