ANABOLIZANTE

La FAO

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En estos días se ha celebrado en Italia una nueva cumbre de la FAO, la Food and Agriculture Organization, creada por la ONU para «ayudar a construir un mundo sin hambre». Es posible que muchos de ustedes no se hayan enterado, puesto que los medios de comunicación no han puesto excesivo interés en el evento. No han sido los únicos, desde luego. La inauguración estuvo marcada por la ausencia de los líderes de las principales potencias industrializadas del mundo. Solamente fue Berlusconi, y porque no le quedó más remedio, como presidente del país anfitrión. Se echaría alguna cabezadita durante las sesiones porque, al igual que al resto de sus colegas del primer mundo, el hambre en el planeta no debe quitarle el sueño. Vergüenza debería darles, vergüenza debería darnos, anteponer nuestras miserias diarias de países ricos a la dura realidad del tercer mundo: Nueve niños mueren cada minuto en el mundo por hambre. Más de mil millones de personas padecen la miseria, la miseria de verdad, no la miseria de quedarse sin vacaciones este verano, o no poder pagar la hipoteca. La miseria de morirse, señores. Pero aquí seguimos mirándonos el ombligo. Preferimos ver qué tal le va a Obama paseándose por la Muralla China (hagámonos amigos de los chinitos que esta gente está manejando ya mucha pasta). Preferimos ver la última bronca de Zapatero y Rajoy y la Soraya y la María Teresa, y otros cotilleos de vecindario... La cumbre se ha cerrado con una serie de compromisos tan ambiguos como inútiles, porque lo cierto es que no se han conseguido más fondos para ayudar a combatir el hambre. Porque los países poderosos se guardan sus trillones para dárselos a los banqueros, para que no se desplome el sistema capitalista, enrevesado y demoníaco, para que podamos seguir comiendo bien unos cuantos a costa de los desheredados del planeta.