Editorial

Liberados por fin

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La tan esperada liberación de los tripulantes del Alakrana se convirtió ayer en la mejor noticia del año, compartida por todos los españoles, tras un cautiverio que por momentos había amenazado con un desenlace fatal. La incontenible alegría de sus familiares se volvió contagiosa, y la ciudadanía respiró aliviada tras mes y medio de un calvario inimaginable para los hombres enrolados en el atunero. Ahora es necesario que regresen a la libertad superando el trauma que representa vivir una experiencia tan al límite. Aunque cada uno de los integrantes de la tripulación del Alakrana hubiese pensado mil veces en la eventualidad de encontrarse en un trance así, la extrema incertidumbre que genera ser apresado por personas con las que la comunicación se hace tan difícil, y que se ceban con sus prisioneros sometiendo a prueba su dignidad, acaba afectando a los aspectos más sensibles de la naturaleza humana. Por eso la primera obligación de las instituciones, de quienes tienen el privilegio de hacer oír su voz, y en especial de los armadores, es contribuir a la recuperación anímica de los tripulantes españoles, atendiendo con singular compromiso al resto de la marinería del Alakrana que, por su origen, se encontrará con un entorno de acogida más endeble o más necesitado en lo material. No es el momento de proceder a un examen público sobre las responsabilidades privadas e institucionales que han concurrido en el secuestro, en su dilación y en el desconcierto generado en cuanto al papel y la posición del poder Ejecutivo y del Judicial. Pero mucho menos es el momento de que alguien se vanaglorie del feliz final, atribuyéndose el mérito de la liberación. Las instituciones no están en condiciones de pretenderlo, como no lo están los propietarios del Alakrana. Y resulta obsceno que el sobrevenido abogado de Abdu Willy intente convertir la alegría general en argumento para su marketing personal.

Lo único que por ahora está claro es quiénes han sido las víctimas de lo ocurrido: los 36 tripulantes del atunero y sus seres queridos. Todos los demás protagonistas y secundarios en esta peripecia tendrán que explicar en qué ha consistido su actuación sin que ninguno de ellos pueda guarecerse en el victimismo, al margen de que la opinión pública se muestre comprensiva debido a la excepcionalidad del caso. El proceso judicial que pende sobre los dos piratas detenidos por la Armada, y que se encuentran a disposición de la Audiencia Nacional deberá seguir su curso con arreglo a Derecho. Máxime cuando parece comprobado que la suerte definitiva de los acusados no era una cuestión tan determinante para el rescate del 'Alakrana'. Y la diatriba partidaria respecto a la gestión de la crisis entre el Gobierno, el PP y el PNV deberá someterse a un juicio más fiel a la verdad de los hechos y a las responsabilidades específicas que atañen al Ejecutivo, a la comunidad internacional y a los propietarios de los atuneros que faenan en el Índico.