Un cliente en el local El Alien Tatoo. / ANTONIO VÁZQUEZ
CÁDIZ

Ya no es de presidiarios

Los estudios de tatuaje de Cádiz tienen lista de espera de hasta varios meses

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La memoria cinematográfica llena la otra de imágenes falsas, pero contagiosas. El ritual, personal y artístico, del tatuaje se asocia a esa lúgubre sala de las películas. Un cuartucho perdido, un cliente borracho, un foco cegador... un arrebato inconsciente que se convierte en un dibujo sobre la piel para toda la vida.

Pero como en tantas ocasiones, la escena cotidiana tiene poco que ver con la pantalla. Los estudios de tatuaje de Cádiz no tienen nada de sórdidos ni de ocultos. La higiene, la creatividad, la pericia del profesional y las decisiones conscientes de los usuarios son las únicas premisas. Actualmente, estos establecimientos se parecen más a la consulta de un dentista que a una taberna de piratas.

Tanto se ha extendido y organizado la práctica que la mayoría de los locales gaditanos tiene lista de espera. «Si el tatuaje que se quiere hacer el cliente es grande, no le puedo dar hora hasta febrero», admite Jose, de El Alien, un local de la calle Goya, en La Laguna. Jesús, de Box Tatoo, confirma la tendencia. La demanda ha crecido tanto que todos los estudios tienen que dar hora, como mínimo, a siete días vista. Lo de llegar y sentarse también se ha quedado anclado en los largometrajes. «La demanda ha crecido porque el tatuaje ha salido definitivamente de lo clandestino. La percepción de la gente ha cambiado tanto que la clientela se ha diversificado. Ahora no se tatúa un grupo determinado de gente, ni de una edad concreta. Ha cambiado mucho», matiza Jesús.

Las listas de espera persisten pese a que «la crisis se ha dejado notar. Es un gasto aplazable, es un objeto de lujo y eso se nota. Aún así, hay que esperar días para tener hora», añade Ana de Tarambana Tatoo.

Nosferatu y Skull Tatoo, en Bendición de Dios, son otros locales con clientela tan numerosa que la petición de hora (para diciembre en el mejor de los casos) es obligatoria. La única posibilidad de llegar y pegar es ir por la mañana, en algunos establecimientos, y que el tatuaje «sea muy pequeño». Si no, a la cola.

Y eso que «no estamos en temporada. Aunque los tatuadores profesionales siempre recordamos que tomar el sol no es lo más recomendable en los primeros días, la mayoría de la gente quiere tatuarse en primavera o en los últimos meses de verano», admite Jose.

La clientela quiere lucir epidermis decorada cuando menos ropa la tapa, cuando el calor va a llegar o todavía no se ha ido. Ahora, al borde del invierno y en plena crisis, baja un poco la afluencia. Aún así, el que quiera uno tiene que apuntarse a la lista de espera. Y en toda la Bahía.